Lía interpuso la demanda contra Alexander Cancino ante la Fiscalía. Mientras exponía sus argumentos, sintió que no le prestaban la atención que el caso merecía. Las miradas distraídas, los silencios incómodos… todo le decía que aquello no sería fácil.
Incluso uno de los oficiales, con un gesto cansado, le advirtió en voz baja:
—Se está enfrentando a un monstruo muy grande. Los Cancino son poderosos. Todos son abogados, y su firma es la mejor del país.
Las palabras le cayeron como un balde de agua fría, pero no la hicieron retroceder. Al contrario, la endurecieron por dentro.
Lía sabía que debía hacerlo. Necesitaba recuperar la dignidad que le arrebataron a golpes, mentiras y humillaciones. Y también necesitaba el dinero para el tratamiento de Lucía.
No era solo una denuncia.
Era su única oportunidad de cambiarlo todo.
Jorge decidió ayudar a Lía con los gastos de la pequeña Lucía. Lo hizo en silencio, sin que nadie lo supiera. Conocía demasiado bien el carácter de esa mujer para saber