El aire era denso, irrespirable. La noche había caído completamente, y sin embargo, Daniela seguía allí, con los dedos entrelazados en su regazo, mirando hacia la oscuridad. La brisa no era suficiente para calmar el incendio que tenía en el pecho.
Se sentía vacía, como si algo hubiera sido arrancado de dentro de ella sin anestesia. Lo peor no era lo que Antonella había dicho, sino su calculadora forma de actuar, solo porque ella, la vio como una amenaza.
Y Antonella había hablado de eso como si se tratara de una compra mal hecha en el supermercado. Como si la vida de su madre no hubiese significado nada.
Marcela. Este era el punto de no retorno, era cierto que nada volvería a traerla, su madre sí había sido asesinada, y ahora, ya no seguía nada más.
Se levantó lentamente, con los pies helados y el corazón tambaleante. Caminó hasta la salida, y un hombre levantó la mano para decirle que un auto estaba esperándola abajo.
¿Víctor la había dejado sola?
Había visto la decepción en sus ojo