Daniela no respondió enseguida. El collar pesaba, no por su material, sino por el significado que se le incrustaba en la piel. Ella respiró hondo, y se giró para mirarlo a los ojos.
—No somos unos niños, Víctor, nuestra vida ha cambiado. Ni siquiera sabes lo que estás diciendo. Miralo de esta forma, tuvimos sexo hace una semana, y desapareciste por días, tú solo quieres jugar, y yo tengo dos hijos…
La mano de Víctor tapó su boca.
—Tenemos dos hijos, Daniela, nuestros. Y no solo por ellos estoy aquí, y lo sabes.
Los ojos de Daniela se abrieron.
—Tampoco estoy pidiendo una respuesta, quiero mostrarte la realidad de mi vida, y tú decidirás. Además, te evité porque si me acercaba… te arrastraba a mi cama otra vez. Y quizás no te dejaba salir de allí. Mi plan no es solo ese.
Daniela arqueó la ceja.
—¿Un plan? ¿Eso esto para ti?
—No… —Entonces la tomó de la nuca, y la acercó a su boca.
Víctor le pasó la lengua por la boca mientras sus labios vibraron con fuerza.
—No lo entenderías, pero… va