El domingo amaneció con el cielo despejado, y un radiante sol que se filtró por las cortinas de la habitación. Melissa se levantó algo cansada, con el cuerpo aún adormecido por el sueño interrumpido de la noche anterior, y demoró un tiempo restregando sus ojos, para girarse a su lado y ver a Luca dormido plácidamente a su lado con la boca abierta.
Fue imposible no sonreír con ternura y se apresuró por besar su mejilla.
Se obligó a levantarse y el espejo no mintió, sus ojos mostraban el peso de la noche inquieta y negó todas las veces, recogiéndose el cabello para irse a dar una ducha con agua tibia.
En unos minutos y sin hacer ruido, y eligió un vestido suelto en tonos claros y luego notó que Luca se estiraba, así que se sentó en la cama y le acarició la barriga.
—Buenos días, preciosura… —Y los labios curvados de Luca la hicieron sonreír.
—Buenos días, señorita —La nana de Luca tocó la puerta y entró y ella la saludó—. Voy a darle un baño y alistarlo, lo llevaré abajo.
—Está bien, Da