Este capítulo es dedicado a Graciela, de nuestro grupo de lectoras. Hermosa, que pases un día fantástico, que este año sea de mucha bendición para ti, y sobre todo deseo, mucha vida y salud, para que sigas cumpliendo tus sueños y metas. Un abrazo...
Melissa avanzó con pasos firmes, pero por dentro todo en ella temblaba. La copa entre sus dedos estaba medio vacía y no sabía si volver con la familia de Bruno la ayudaría a distraerse o si solo aumentaría su ansiedad.La música, las luces tenues del jardín, la conversación de fondo… todo parecía ajeno, como si ella se hubiera quedado atrapada en un umbral invisible entre lo que era y lo que temía que pudiera ser.Entonces Andrea se supo en su frente ofreciéndole una sonrisa, y le dijo que debía probar el postre italiano que estaban repartiendo, mientras tanto, Bruno y Elena se apartaban un poco de todos. Bruno siguió a Elena con pasos lentos hasta la parte trasera del jardín, donde las luces eran más tenues y el bullicio de la celebración se sentía lejano. Ella, caminaba delante de él, con los hombros rectos y el mentón elevado, pero sus manos temblaban apenas al costado de su vestido. Bruno lo notó, porque siempre la había conocido en ese tipo de detalles. Sabía cuándo Elena mentí
El auto se deslizaba por las calles con la suavidad de una despedida que nadie se atrevía a nombrar. Melissa iba en silencio, mirando por la ventana, sin preguntarse hacia dónde la llevaba Bruno. Él conducía sin música, sin hablar demasiado, con la mano izquierda en el volante y la derecha entrelazada con la de ella.El pulso le latía rápido, como si aún estuviera en aquel jardín, pero no estaba allí, estaba con Melissa y eso lo decía todo.Se detuvieron frente a un edificio antiguo con balcones de hierro forjado y luces cálidas encendidas en algunas ventanas. Bruno apagó el motor, y por fin la miró.—Aunque no lo parezca, es una zona costosa. Tengo un apartamento aquí, y la vista detrás de esto, es bellísima.Melissa lo miró y asintió, dejando que él le abriera la puerta.—¿Quieres que entremos? —Bruno le preguntó y ella asintió con la cabeza.Ambos entraron a aquel edificio antiguo, pero muy refinado, y bien cuidado. Ellos caminaron un poco y se metieron en el ascensor. No había más
El silencio se quebró apenas con el roce de sus respiraciones. Bruno la tenía entre sus brazos sobre el sofá, pero no se movía, solo la miraba y ese simple acto, esa mirada suya, era tan penetrante que Melissa sintió que no tenía piel suficiente para contener lo que despertaba en su interior.—Espero que eso quede claro para ti… —murmuró como si fuera una promesa.Ella alzó la mano, temblorosa, y le acarició la mandíbula marcada, bajando por su cuello, donde la piel era tibia, viva y palpitante. Bruno la dejó hacer, hasta que su autocontrol se rompió con una exhalación contenida.La besó, y no fue un beso tímido, fue un beso que hablaba deseo acumulado, de necesidad y de pertenencia. Su lengua buscó la de ella con hambre, con determinación, mientras Melissa gimió suavemente, entretanto, sus dedos se aferraron a su camisa mientras él se hundía más en su boca.Sus cuerpos se pegaron como si el aire no tuviera cabida entre ellos. Bruno se incorporó levemente, cargándola con facilidad, y
Luca corrió escaleras abajo cuando los vio aparecer por la mañana con su niñera, y cuando llegó a ellos, Bruno lo alzó en sus brazos.—Papá… —Bruno lo abrazó con fuerza y dio pequeños besos en sus mejillas.—¿Cómo amaneces, campeón? ¿Cómo dormiste?—¡Bien! Estaba jugando, ¿dónde estaban?Bruno lo dejó en el suelo lentamente y Melissa se apresuró en saludarlo besando sus mejillas.—Tenemos una cita —La sonrisa de Luca fue apenas cuando miró a Melissa.—¿Una cita?—¡Buenos días! —El nonno apareció por detrás saludando y Luca se giró para batir su mano hacia él.—Hola, nonno… —Todos se rieron, aprendía muy rápido, y cuando Lorenzo llegó hasta ellos con el bastón, le hizo una negación a Luca con el dedo.—Se dice: “Bendición, nonno”—Oh… —Luca puso sus manitas atrás—. Bendición, nonno…—Perfecto. Eso está mejor… ¿Ya desayunaron? —Esta vez Lorenzo se refirió a ellos y ambos negaron—. Pues vayan a la cocina, yo iré con Luca al jardín.—¡Si! —Luca no esperó a Lorenzo, salió corriendo por tod
—Meli… —susurró Daniela desde la pantalla, con los ojos brillosos—. No puedo creer que estés ahí, y que no me lo hayas contado… ¿Cómo?—Perdóname, Dani… todo ha sido tan rápido, tan… extraño. A veces ni siquiera yo lo entiendo del todo.—¿Estás bien? —Daniela la miró con atención, como si pudiera adivinar las cosas que Melissa aún no le decía—. ¿De verdad?—Sí… —Melissa sonrió—. Estoy bien, estoy con Bruno —respondió con un suspiro—. Las cosas entre nosotros sucedieron cuando ustedes aún estaban en Lisboa… pero como estabas tan complicada, no pude hablar contigo a tiempo.Daniela se mordió la boca.—Meli… sabes que Bruno también.—Se mucho de él, Dani, no te preocupes.Daniel asintió.—¿Italia? ¡Dios mío! ¿Pero cómo? ¿Y cómo te convenció? —ella se tomó las mejillas—. Víctor solo lo mencionó, tampoco es que sabe mucho…Melissa asintió.—Fue muy rápido, conectamos de inmediato y…—¿Por eso hiciste intensivo? —Y ante la pregunta, Meli sonrió.—Si… además, Bruno necesitaba venir a Italia,
Después de salir de su escuela, Daniela inmediatamente corrió al trabajo y ya estaba sin aliento cuando llegó. Pero, aun así, ella se puso a trabajar sin descanso porque necesitaba el dinero para juntarlo con su madre, y sobrevivir de alguna manera.Porque eso es lo que estaban haciendo desde que tenían existencia.Desde lejos podía ver a su madre, que también trabajaba en el mismo lugar, pero a diferencia de lo habitual, hoy se veía llena de energía y con una sonrisa en la boca. Algo que le hizo fruncir el ceño y pensar.Finalmente, al terminar la jornada laboral, la madre llamó a Daniela para comenzar a irse del lugar, tomando sus abrigos y le dijo durante el camino:—Mi Dani, hoy será el último día de nuestra pobre vida. A partir de mañana nuestras vidas cambiarán drásticamente, y te gustará —le afirmó con una sonrisa en el rostro y con mucha seguridad en su voz.—¿Qué? —Los ojos de Daniela se abrieron.—Ya lo verás, tengo un novio rico y nos vamos de España mañana mismo.—¿Qué? Ma
Daniela seguía mirando al alto y enorme techo de una habitación, que ahora dijeron era suya. Sin embargo, ella sabía que nada de aquí le pertenecía.Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas y gimió un poco tomando la sábana para ponérsela en sus brazos. Ni siquiera conocía a la mujer que tenía por madre, ni sabía lo que estaba pensando para meterse en una familia tan extraña.Ya estaba claro que ese hombre tenía varias mujeres, como un harén al estilo americano. Era polígamo, algo que ni siquiera sabía era legal en este país o no. Ni que iba a ocurrir mañana o pasado, entonces, cuando quiso sollozar, recordó las palabras del hombre.“Piscina, internet, todo lo que quieras… está a alcance a partir de ahora”Daniela se quitó la sábana de encima y buscó su celular, para conectar el internet revisando sus mensajes rápidamente.Javier: Dani, ¿qué ha pasado?Las lágrimas corrieron aún más, cuando siguieron llegando los mensajes.Javier: ¿Cómo que se irán? ¿Dónde estás? ¿Daniela?El
—¿Estás tan desesperada por salir de aquí que pides ayuda al primero que encuentras? —preguntó el hombre con una dureza que la hizo estremecer.—No es desesperación… —respondió ella, con un tono tembloroso pero decidido—. Prefiero irme con el hombre que me defendió, que quedarme aquí.Él la observó en silencio, como si estuviera evaluando cada palabra, cada gesto.—Bien, pequeña turista —dijo con sarcasmo.Sin darle tiempo a procesar lo que acababa de decir, el hombre se giró y comenzó a caminar hacia un auto que parecía preparado para él, abriéndole la puerta trasera, dejando una estela de su aroma amaderado y fuerte.Después de cerrarle la puerta, rodeó el auto para sentarse al volante.—¿Cuál es tu nombre? —preguntó ella mientras él arrancaba el motor.—Eso no importa —todo su cuerpo se estremeció. Sus piernas y muslos estaban expuestos con el vestido corto, mientras el brazo del hombre la rozaba algunas veces—. ¿Sabes siquiera a dónde puedo llevarte?Daniela negó lentamente.—No —