Daniela sintió que la ansiedad se apoderaba de su cuerpo mientras esperaba en la sala principal de aquella clínica, donde habían ingresado a su madre hace unas horas.
Entonces sintió que alguien le tocó el hombro y al levantar la mirada, vio a Titus delante de ella.
—Deberías irte a descansar…
Ella se levantó rápidamente.
—¿De qué está hablando? Es mi madre, y no hemos visto a nadie venir a decirnos que tiene.
—Ya hablé con el médico.
—¿Qué? ¡Yo soy su hija! —De un momento a otro, Titus tomó su brazo con fuerza y la zarandeó.
—Daniela, aquí las cosas se manejan de otra manera. Tu madre tiene gastroenteritis, comió algo que le hizo daño. Los mariscos parece que también le crearon una reacción alérgica, y ahora está dormida, siendo hidratada y con los medicamentos correspondientes.
Daniela abrió los ojos y sintió que también se le nublaron.
—Ella nunca se enferma, nada le cae mal. Esto es muy extraño. Y así me arranque el brazo, no me moveré de aquí. Voy a verla, a esperar y hablar con