Daniela sintió su respiración entrecortarse cuando se bajaron del auto y ella notó otra casa enorme ante sus ojos.
Podía sentir el temblor de su cuerpo, y se preguntaba: ¿Cómo había llegado hasta aquí? Definitivamente, su vida se había convertido en una locura de la noche a la mañana.
Su mano, tomada por esos dedos que se enredaron en los suyos, y que, sin decir una palabra, la guio hacia el interior.
—Bienvenida —Daniela se abrazó a su propio cuerpo. Tenía el rostro caliente por los tragos, y luego escuchó la música, además notó que las luces de la sala se bajaron al instante—. Continuaremos la fiesta aquí —él tomó su cintura por detrás y comenzó a besar sus hombros.
—¿Te acuestas con cualquiera? —Ella se giró—. No quiero tener una especie de enfermedad después de esto.
Ella pensó que él se iba a reír, pero no lo hizo. Su mirada era muy seria, ni siquiera contestó su pregunta y se retiró de su lado para ir a servirle una copa para ofrecérsela.
Daniela ni siquiera preguntó qué era, de