Me quedé de pie en el vestíbulo del hotel mientras Diego corría hacia mí con su desesperación pintada en el rostro. Me miró con sus ojos desbordados de esperanza, como si fuera su única salvación en ese momento de crisis.
—Olivia, por favor. —Me dijo al llegar a mí, bajando la voz. —Sé que sigues enojada, y tienes todo el derecho a estarlo.
Crucé los brazos y mantuve el rostro impasible, sin mostrar emoción alguna.
—No debí permitir que Raquel se quedara en la casa sin consultarte antes. —Continuó Diego. —Estuvo mal de mi parte.
Se inclinó un poco hacia mí y bajó aún más la voz.
—Mira, puedo hacer que Raquel se quede aquí en el hotel. Óscar y yo podemos volver a casa contigo. Mañana resolvemos el resto.
Al ver que no le respondía, cambió de táctica.
—O... si al menos pudieras ayudarnos a pagar la habitación de Raquel por esta noche. Solo por esta noche, mientras arreglamos todo...
Óscar se acercó cojeando, visiblemente afectado por el dolor en su pierna herida.
—Mamá. —Empezó a decirme