Después de dejar la habitación, Luna se dirigió a la de Sía. Sía dormía profundamente, con la cabeza apoyada en su pequeño brazo.
Luna envolvió a Sía con una delgada manta y la abrazó fuertemente contra sí. Se movió con cuidado, sin querer despertar a Margarita, que dormía en la habitación contigua.
El mediodía es el momento en que la conciencia de una persona es más débil, y es difícil despertarla.
Esta fue la razón por la que Luna eligió este momento para actuar. Con Sía en sus brazos, Luna salió de la villa y cerró la puerta cuidadosamente. Luego, fue hacia el compartimento del aire acondicionado, recuperó la bolsa que había escondido antes y se la colgó al hombro.
En la profunda noche, la luna se alzaba solitaria en el cielo. La visibilidad era baja y solo a intervalos se veían las luces de las farolas.
La mochila era ligera y Sía no pesaba mucho, pero Luna se sentía fatigada.
Se arrepentía de no haber ahorrado energía antes. ¿No se cansaba Leandro de llevar esta carga todos los dí