Leandro miraba por la ventana del coche, sin apartar la vista durante largo rato. Hasta que, detrás de ellos, comenzaron a sonar bocinas, una tras otra, insistentes en su llamada.
—Señor Muñoz, estamos obstruyendo el camino, debemos irnos —Yael le habló suavemente.
—Vale —Leandro volvió en sí.
—¿Señor, necesita que llame a la señorita López para que suba al coche? —Yael preguntó con cautela.
Ahora que Leandro estaba con Celia probándose el vestido de novia, llamarla "señora Muñoz" ya no era apropiado; debía cambiar su forma de referirse a ella. Al final, "señorita López" parecía ser lo más adecuado.
—No hace falta, vámonos —Leandro frunció levemente el ceño, volviendo su mirada a la fría distancia.
—¿Necesita que le traiga un paraguas? —siguió preguntando Yael. En el maletero había paraguas; aunque la lluvia no era fuerte, seguía lloviendo, y la ropa de Luna estaba completamente empapada.
—No es necesario —Leandro respondió con firmeza.
—Sí, señor —Yael sintió un escalofrío en su inter