El enlace mental se cortó brutalmente.

Decidí regresar a casa y empacar todas mis pertenencias; no quería dejar nada que hubiera comprado para que ellos lo disfrutaran.

Cuando llegué casa la vivienda, encontré a Diego vestido con ropa casual, sosteniendo cuidadosamente a Ivy mientras paseaban por el jardín.

Parecía que habían estado caminando durante un rato porque había una fina capa de sudor en el rostro de Ivy.

Diego la miraba con ternura, limpiándole suavemente el sudor, incluso había considerado al preparar su té favorito.

—Diego, ¿cómo supiste que este es mi sabor favorito?

—Crecimos juntos, ¿cómo no voy a saber lo que te gusta?

—Eres tan bueno conmigo, Diego.

Se rieron y se abrazaron mientras yo los observaba fríamente, encontrándolo casi divertido.

Diego nunca me había mostrado ese tipo de consideración gentil.

Era el heredero de la Manada Garra de Sangre. Siempre decía que estaba ocupado con el entrenamiento para el heredero alfa y los asuntos de la manada.

En nuestros ocho años juntos, cuando quería que fuera de compras conmigo, tenía que programar una cita con Diego con anticipación. Además, Diego exigía que yo manejara todos los asuntos triviales de su vida, interpretando silenciosamente el papel de su futura compañera. Pero nunca me había cocinado ni una sola comida.

Aun siendo su prometida, ni siquiera sabía que era alérgica a los mangos. Una vez, al acompañarlo a una cena de negocios, accidentalmente comí mango y me salieron ronchas alérgicas por todo el cuerpo, pero no solo no se preocupó por mí, sino que le disgustó que hubiera arruinado su reunión de negocios.

Ahora, no solo había dejado de lado sus deberes como heredero alfa para quedarse con Ivy durante su embarazo, sino que incluso era considerado al recordar el sabor de té que le gustaba.

Diego me vio y resopló, con una expresión de «lo sabía».

Ivy me saludó calurosamente.

—¡Valeria, has regresado! ¿Quieres acompañarnos a cenar? Diego preparó la cena especialmente para mí. Nunca has probado la comida de Diego, ¿verdad? A mí me encanta, absolutamente.

Pasé silenciosamente junto a ella, dirigiéndome adentro para empacar mis cosas.

—¡Detente ahí! —Diego se levantó de repente, su rostro era oscuro y aterrador—. Ivy te está hablando. Por favor, ten la cortesía de responder. ¿Ni siquiera tienes modales básicos? ¿Crees que estás calificada para ser la futura reina luna de la Manada Garra de Sangre actuando así? ¡Si sigues faltándole el respeto a Ivy, me negaré a marcarte!

Me volví lentamente, curvando mis labios en una sonrisa fría.

—¿Exactamente cómo quieres que responda? ¿Debería agradecerle por llevar ansiosamente el hijo de mi prometido, permitiéndome convertirme en madre sin ningún esfuerzo? ¿O debería correr y darle unas bofetadas, llamándola una rompehogares barata y diciéndole que se largue de mi casa?

—¡Tú...! —Diego se ahogó, con sus venas hinchándose de rabia.

—Ugh...

De repente, Ivy se cubrió la boca y tuvo arcadas. Sus lágrimas aparecieron al instante.

Diego preguntó frenéticamente. —Ivy, ¿qué pasa? ¿Te sientes mal?

—Diego, estoy bien...

Tembló mientras agarraba la manga de Diego, pero se volvió hacia mí con lágrimas corriendo por su rostro.

—Valeria, todo esto es mi culpa. Tampoco quiero vivir en tu casa, pero realmente no tengo otro lugar adónde ir. Solo soy una omega, y estoy embarazada. Si Diego y tú no me acogen, no podré sobrevivir en la manada. Me-me iré inmediatamente después de que nazca el bebé. No los molestaré más ni a Diego ni a ti.

Luego, se tocó el vientre y sollozó:

—Bebé, lo siento. Como tu mami, no quiero abandonarte, pero hice algo malo y debo aceptar el castigo. Lo siento mucho...

Comenzó a tener arcadas violentamente otra vez, colapsando por completo en los brazos de Diego.

Diego me miró con puro odio, como si hubiera cometido algún crimen atroz.

—¿Estás satisfecha ahora?

Al escuchar aquello, me burlé y me volví para marcharme.