Entonces, el sueño se desvaneció.
Los primeros segundos tras despertar, la mente de Miranda estaba en blanco y las puntas de sus dedos temblaban.
“¿Qué clase de sueño tan raro fue ese?”
Su corazón latía a mil por hora. Y la extraña sensación en su cuerpo no terminó de golpe al despertar.
“¡Y encima, en el sueño, fue enfrente de Sofía! ¡Qué vergüenza!”
“Y este tipo, ¿por qué no se quedó quieto si ya habíamos... anoche tres veces, y ahora en la mañana otra vez?”
“¡Estaba dormida! ¡Esto es como... un abuso!”
“¡No, no soy un cadáver!”
Mientras Miranda divagaba en sus pensamientos, Guillermo ya había terminado de ducharse y salía del baño. Por la mañana no pudo resistirse y se entretuvo un buen rato en la cama. Su celular no había dejado de sonar desde las ocho.
Mientras hablaba por teléfono, se arreglaba el cuello de la camisa con una mano, pero no podía atarse la corbata sin ayuda. Miró a Miranda, se acercó a la cama y le tendió la corbata.
No sabía qué demonios le pasaba. Se sentó envue