—Eh, señorita Cifuentes, nuestros contratos son un modelo estándar. Todo el mundo los firma así, no habrá ningún problema.
—Usted no es la responsable del programa —dijo el Licenciado Valdés—, y su palabra no tiene ningún valor legal.
La asistente se quedó sin palabras.
Miranda se había autoengañado para aceptar la recepción de una asistente, y ahora el Licenciado Valdés señalaba tantos errores en el contrato que su temperamento, que ya no era el mejor, mostró su verdadera naturaleza al instante:
—Que venga el responsable.
“El productor está atendiendo a Leo, ¿cómo va a tener tiempo para ti?”, pensó la asistente para sí misma.
La joven asistente murmuró en su interior, permaneciendo inmóvil.
Miranda, con poca paciencia, se puso sus lentes de sol y dijo:
—Ya que su equipo de producción no tiene tanta seriedad, entonces este contrato no tiene por qué firmarse.
—¡Espere, señorita Cifuentes! —exclamó la asistente. Aunque solo fuera una persona sin fama, no podía permitir que se le cayera