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Capítulo 3: Bella Sibelle

El águila real

Voy a mi habitación para darme una ducha rápida, luego voy a mi oficina con esa imagen, ese rostro en la cabeza.

Encuentro a Mario concentrado en unos archivos pendientes:

- ¿Estás seguro de que "la muerta" aceptó el regalo, de que no habrá represalias?

- No, todo está bien, hablamos, todo se ha arreglado.

- ¿Qué piensas de la propuesta del "Sanguinario"? (el Sanguinario es el jefe de la mafia americana).

- Creo que debe aumentar su precio, sabes que esta nueva droga será muy apreciada en unos meses, y él quiere tener el monopolio de la reventa, sabes que si fuera por licitación, el que más apuesta se lo lleva. Pero no quiere competencia en este mercado y no quiere extender la mano.

- ¿No se lo has dicho a "la muerta" (el jefe de la mafia italiana)?

- No, esos dos son demasiado impulsivos y pretenciosos, son capaces de hacer una competencia de quién tiene el más grande.

- ¿Como tú? en realidad.

- Él estará aquí en dos semanas para ver el producto y probarlo.

Tomo mi teléfono móvil para mirar de nuevo las fotos de la joven, es hermosa, muy hermosa, despierta algo en mí que no sabría describir, mi mamia, ese pecho voluptuoso, ese vientre plano que contrasta con esas caderas amplias y ese trasero que llama a ser azotado, trago saliva.

Bueno, hay que irse, es la hora.

- Tenemos un poco de tiempo, sabes.

- ¿No tienes a alguien más a quien llevar? Te espero en el coche.

Salgo de mi oficina, recorro el pasillo hacia el ascensor para ir al tercer piso porque mi mansión tiene cinco pisos distribuidos de la siguiente manera: el primero es para los sirvientes y los guardias de tercer rango, el segundo piso es para la cocina, la lavandería y la sala de juegos, el tercer piso es para mis dos amantes, el cuarto piso es para mi oficina con varias oficinas y sala de baile para las fiestas.

El quinto piso es mi ancla, mi habitación, nadie entra allí, excepto yo, ni siquiera mis amantes. Durante la limpieza estoy presente hasta que termina. Cierro el piso, solo se puede acceder con mi huella digital.

El espacio del tercer piso está dividido en dos partes para cada amante, a la izquierda "Aïcha" (una mujer árabe que traje de un viaje a Marruecos) y a la derecha "Jennifer" que traje de los Estados Unidos.

Entro en la suite de Aïcha, que sale de la ducha y viene a besarme los pies como saludo:

- Bienvenido, maestro.

La levanto y le doy un beso en la frente.

- ¿Cómo estás? Digo mientras la hago sentar en mi pie, exponiendo sus maravillosos senos, que empiezo a acariciar, ella cierra los ojos y responde:

- Estoy bien, maestro, excepto que te he extrañado mucho.

Apreto sus senos, pellizcando sus pezones, ella gime, reemplazo mis dedos por mis labios, mordiendo y tirando de los pezones.

- Sí, maestro, no se detenga, por favor.

La empujo sobre la cama: ella me da la espalda, las piernas separadas, el trasero en alto, veo su trasero, su vagina depilada que rezuma su deseo de tener sexo. Tomo un preservativo del cajón, que me pongo rápidamente antes de penetrarla brutalmente, ella grita, se agarra a la sábana.

Le doy embestidas frenéticas, ella grita de placer, le doy una buena nalgada:

- Cállate, no quiero oírte.

- Perdóname, maestro.

Sigo teniendo sexo con ella y la imagen de esa chica vuelve a mi mente, le empujo la cabeza hacia la almohada, le doy varias nalgadas, ella gime, imagino que es esa desconocida con la que estoy teniendo sexo, cierro los ojos e imagino su gran trasero entre mis manos, me hundo aún más en su hendidura y eyaculo. Luego me retiro rápidamente antes de ir a limpiarme en la ducha y tirar el preservativo lleno de mi semen, y salgo sin mirarla. No me importa si ella llegó al orgasmo o no, no estoy de humor para eso hoy. Necesito verla lo antes posible.

Subo al vehículo y encuentro a Mario ya instalado.

- Pensé que tenías prisa, ¿dónde estabas? ¿Fuiste a tener sexo rápidamente?

- ¿Por qué me preguntas eso, si ya conoces la respuesta?

- Nunca cambiarás tú.

- ¿Qué? Están ahí para eso, para servirme cuando tengo ganas. No te estoy enseñando nada.

- Lo sé, sabes que no estás rejuveneciendo, piensa en dar herederos a la corona.

- Si no tengo herederos, los tuyos estarán ahí.

- Oh no, ni lo pienses, mis hijos nunca estarán al mando de una mafia, es demasiado arriesgado, demasiado peligroso, no van a servir de carnada para los carroñeros.

- Entonces, ¿soy una carnada para los carroñeros? ¿Y por qué no los veo?

- Porque te temen demasiado.

Llegamos a la taberna (nombre dado a uno de mis edificios que agrupa un hotel, dos bares (uno donde están las striptease y el otro para los fans del karaoke), una casa de citas donde se realizan las subastas.

Entro seguido de Mario.

- Buenas noches, señor, nos dice una anfitriona.

La baronesa llega (la gerente de mi burdel, tiene unos treinta años, fue prostituta antes de ascender, es muy rigurosa en su trabajo, nos envía muy buenos especímenes).

- Sean bienvenidos, caballeros.

Nos instala en mi oficina, nos sirve a beber, conoce nuestros gustos.

- Hagan desfilar a las nuevas, digo.

Ella sale y vuelve con 18 chicas jóvenes, pero solo hay una que me interesa. La busco en el grupo y la veo escondida detrás de otra, asustada:

- ¿Por qué tiene tanto miedo? Acércate, hermosa.

Se acerca, con lágrimas en los ojos:

- ¿Cómo te llamas? ¿Y por qué lloras?

- Yo... yo...

Ella me mira y estalla en llanto.

- No llores, dime qué está pasando.

Veo a todos conteniendo la respiración: están sorprendidos de verme tan compasivo, yo también, de hecho.

- Me llamo Sibelle,

- Bella Sibelle, hum...

- Fui secuestrada con mi amiga.

- ¿Qué?

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