Apenas salió del club, Matías recibió una llamada de su hermano mayor. Al leer el contenido del mensaje, se sobresaltó.
—¿Qué te pasa? ¿No me vas a salir ahora con el rollo del hermano mayor controlador?
—Por primera vez me gusta alguien en serio, no me la vayas a arruinar.
—Ya tengo diecinueve años, ya estoy grandecito para estas cosas.
Se puso a hablar sin parar, porque Diego tenía antecedentes: de pequeño lo controlaba estrictamente, no le permitía noviecitas ni faltar al colegio, todo tenía que ser estudio y buenas calificaciones. Ahora en la universidad todos sus amigos ya tenían novia desde el bachillerato, mientras él seguía soltero.
Ahora que por fin le gustaba alguien, ¡no podía dejar que su hermano se lo echara a perder!
Diego no prestó atención a las palabras de Matías y le envió directamente una foto de la pintura que había visto en casa de Sebastián.
—Fíjate en esto, ¿no es de la misma chica que te gusta?
—Es igualita a la que me enseñaste antes, esa firma con la flor de a