—Leo, mi amor, soy yo —supliqué—. Soy Vera, soy tu esposa…
Su mirada oscilaba entre el doctor y yo, perdido.
—Estamos esperando a nuestra bebé… Alaric… ella está en casa… le diré a Agnieszka que lo traiga para que lo veas, ¿sí? —mis palabras salían atropelladas, —. Leo… mírame… soy yo, soy yo…
Él apretó los ojos, se giró levemente, rechazando el sonido, llevándose una mano a la sien.
—Vera —intervino el doctor, poniéndome una mano en el hombro—. ¿Podrías esperar un momento afuera?
Mis piernas no reaccionaban. Había olvidado cómo moverme. Me sentía fuera de lugar.
—Enfermera, acompáñela. Después hablaré contigo, ¿sí?
Leo se veía muy incómodo y agobiado, respiraba pesado.
—Sí… sí, claro —logré decir. Caminando hacia la puerta acompañada de la enfermera. Mi cabeza daba vueltas. Mi corazón iba a mil. ¿De verdad esto está pasando?
Dejé caer mi peso en el asiento del pasillo, debía calmarme.
Annette apareció por el pasillo, agitada.
—¡Vera! Dios mío, ¿es en serio? ¿Despertó?
La miré. Sonreí