«—Soy caballeroso con quien vale la pena… —Para ti, nadie vale la pena —dijo Morgan furiosa, ocultando su decepción. ¿Ella no valía la pena? No pudo más con la incertidumbre, no quería que Ivar lo confirmara y dio media vuelta dispuesta a salir de la oficina. —No pienso tocarte, no es mi intención que tengamos hijos… —agregó Ivar antes de que ella atravesara la puerta—. Esto solo será temporal, en cuanto arregle la situación con mi padre, el matrimonio se acaba. Morgan se congeló. La extraña sensación de sentirse como una herramienta le causaba incertidumbre y tristeza. Se sentía desechable.» Morgan Turner, víctima de una trampa que la hará renunciar al hombre que ama, se refugiará en la ciudad en la que creció y caerá en las garras de Ivar Haugen, un hombre frío y cruel, torturado por la perdida de la mujer que amaba y el arrepentimiento. El mal carácter de Ivar y la rebeldía de Morgan hará que su relación de jefe y secretaria se vuelva explosiva y a la vez, Ivar se convencerá de que no puede vivir sin esa fiera en tacones y hará lo que sea para mantenerla a su lado, aunque ella se resista.
Leer másLa cabaña cerca del lago que había alquilado Erik, su novio, era perfecta y romántica. Morgan no podía parar de sonreír, ansiosa por escucharlo llegar. No había aceptado tener intimidad con él hasta ahora que estaban cerca de terminar sus estudios en la universidad.
Las luces eran tenues y lo único que iluminaba el interior era la pálida luz de la luna. Terminó de beberse esa copa de vino que la esperaba con una nota donde Erik le pedía que se pusiera cómoda. De pronto unas manos envolvieron su cintura, se sentían calientes y erizaron su piel. Cerró los ojos en cuanto sintió un beso en su cuello. Esperaba que Erik le propusiera matrimonio antes de querer llevarla a la cama, pero después de sentir sus caricias ansiosas, no le importó saltarse ese paso.
Esos fuertes brazos la cargaron y la llevaron escaleras arriba, hacia la habitación principal, mientras llenaba de besos ansiosos el rostro de su novio, que permanecía escondido por la oscuridad de la noche.
Entre las sábanas, Erik no tuvo piedad de ella, ni siquiera por saber que era su primera vez, pero cuando el dolor se fue, Morgan siguió el ritmo que su amante le impuso hasta que, temblorosa y agotada, cayó en un sueño profundo, tan abrazador que, si no fuera por el cansancio, pensaría que estaba drogada.
***
A la mañana siguiente, el cuerpo le dolía, pero su sonrisa era grande, había pasado la noche con el hombre que amaba. Estiró su mano, aún somnolienta, buscando a su novio, pero no sintió el cuerpo de Erik, solo su calor en las sábanas. Un leve murmullo la alertó y se sentó sobre la cama, cubriendo su cuerpo con la sábana y con el cabello completamente alborotado. Tuvo un choque con la realidad. Se estremeció como si hubieran dejado caer sobre ella un cubo de agua fría.
Conteniendo la risa y con celular en mano, algunos de sus compañeros de la escuela se burlaban y la fotografiaban.
—¿Erik? —preguntó con un hilo de voz.
—Erik no está, bebé… —dijo el hombre cubierto de la cintura para abajo, el mismo que le arrancó su inocencia—, pero estuviste maravillosa.
—¿Theo? —Los ojos de Morgan se comenzaban a llenar de lágrimas y su labio inferior temblaba.
Todos explotaron en risas divertidas y estruendosas que taladraron sus oídos.
—Buenos días, «solecito». ¿Pasaste buena noche? ¿Lo disfrutaste? Theo es bueno dejando las piernas temblorosas, ¿no crees? —dijo Mía, regodeándose.
La historia entre ellas era muy sencilla, comenzaron la universidad como las mejores amigas, pero los celos y la rivalidad las hizo cometer imprudencias, ahora solo vivían para hacerse infelices, pero esta vez Mía había rebasado el límite.
Sujetando con una mano la sábana que cubría su cuerpo, Morgan salió de la cama, humillada y furiosa, tomó la lámpara a su lado y sin pensarlo dos veces la arrojó contra Mía, que entre risas y festejos no esperaba el golpe. La chica cayó al suelo y sus cómplices guardaron silencio, estaban sorprendidos de la reacción de Morgan.
El revuelo de la habitación cambió de sentido, ya no había risas, solo gritos de horror cuando vieron la protuberancia en la frente de Mía, y el caos se apoderó de todos cuando la puerta se volvió a abrir. Era Erik, apenado por haber llegado tarde.
La noche anterior recibió la visita de su poderoso y adinerado tío, quien lo había sentenciado. Ya había terminado la escuela, se había acabado la diversión y ahora tendría que trabajar, dejar el arte a un lado y tomarse la vida más en serio. Entre discusiones, Erik olvidó por completo la cita que tenía con Morgan y cuando quiso llamarla, ya era muy tarde y no contestaba.
—¿Qué está ocurriendo aquí? —Pasó la mirada entre Morgan y los demás presentes, prestando especial atención en Theo, su amigo del equipo de natación que estaba semidesnudo igual que su novia con la cual llevaba cinco años juntos.
—¡¿Qué está ocurriendo?! —exclamó Mía desde el piso—. ¡Tu novia se revolcó con Theo! ¡Todos somos testigos!
»Queríamos sorprenderlos por el cumpleaños de Morgan y sabíamos que pasarían la noche aquí. —Señaló el pastel y los regalos. Todo estaba bien montado para dejar en mal a Morgan—. Jamás nos imaginamos que el hombre en la cama sería Theo.
—¿Morgan? —Erik retrocedió herido, sintiendo el peso del anillo de compromiso en su bolsillo, como una pesada roca.
—No les creas… No es cierto… Yo… —¿Cómo podía explicar lo que a simple vista era obvio? Los ojos se le llenaron de lágrimas al notar la decepción en el hombre que amaba.
—Te traicionó, Erik… —agregó Mía y le arrebató a uno de los presentes el teléfono para mostrarle las fotos que confirmaban sus palabras—. Ante las pruebas me remito.
Erik desvió la mirada, dolido y asqueado, decidió salir de la cabaña con la poca dignidad que aún le quedaba. La noche anterior estuvo a punto de rechazar su lugar en la compañía de su familia solo para quedarse al lado de Morgan, pero ahora se daba cuenta que iba a cometer un grave error.
Al percibir los silenciosos pasos de su novia, se detuvo en seco y volteó abruptamente para enfrentarla.
—¡¿Cómo pudiste?! ¡Después de cinco años juntos! ¡Esto era para siempre, Morgan! —exclamó furioso, apretando los dientes y con los ojos llorosos—. ¡Te amaba!
—No quise hacerlo… Yo… me equivoqué… —No podía explicar lo que no podía comprender.
—¡¿Te equivocaste?! ¿Te es tan fácil confundirme? —preguntó Erik y sacó la pequeña caja de terciopelo, mostrándole ese hermoso anillo que había conseguido para ella—. Después de cinco años juntos, ¿aún no puedes distinguir mis besos ni mis caricias?…
Las lágrimas cayeron de las mejillas de Morgan al ver el anillo. Cubrió su boca queriendo callar sus lamentos. Estaba destrozada, adolorida física y mentalmente, deseaba desaparecer.
—…Hay cosas que no se pueden perdonar —continuó Erik con el corazón roto—. ¡Perdoné tus apatías, tus olvidos y tu aparente falta de interés! ¡Te creí cuando juraste lo complicado que era para ti amar y acepté la frialdad con la que me llegabas a tratar!, pero me fuiste infiel, me traicionaste… y eso ya excede mi tolerancia. Adiós, Morgan.
De esa forma es que Erik subió a su elegante auto, dejándola en la puerta de la cabaña que él había alquilado, con una sábana como única cobertura para su cuerpo, mientras el grupo de estudiantes veían y grababan todo, sabiendo que incendiarían las redes al subir cada prueba de la traición de Morgan. Efectivamente, esa broma había ido muy lejos.
***
Faltaban pocos días para la graduación y el suplicio terminaría. Morgan se sentía miserable y cada vez que veía a Erik, su corazón se retorcía dolorosamente. Cuando intentaba acercarse a él, este se alejaba, aparentando que no la veía, que ni siquiera existía, pero su rostro era una máscara de dolor.
—Fue lo mejor… Erik no era para ti —dijo Mía cuando notó el anhelo en los ojos de Morgan al ver a su exnovio a lo lejos—. Pertenece a una familia con bastante poder que no hubiera visto bien su unión. No hay nada que le puedas ofrecer, solo vergüenza.
Sin pensarlo dos veces, Morgan tomó por el cuello a Mía y la puso contra la pared, iracunda.
—Todo es tu culpa… ¡Theo y tú me hicieron esto!
—Yo no te obligué a que te entregaras a Theo —agregó Mía divertida—. Ahora suéltame si no quieres que te suspendan en temporada de exámenes, y pases un semestre más en esta miserable escuela para que todos te sigan señalando con el dedo, como la puta que no pudo cerrar las piernas y que humilló a un hombre tan importante como Erik Lindberg.
La mano de Morgan se relajó, dejando que Mía se fuera pavoneándose victoriosa. Había logrado su objetivo y Morgan no podía hacer nada.
—¿Viniste a ver como tus hombres me destrozan como perros rabiosos? —preguntó Jade, atada de pies y manos, en esa bodega abandonada.—Morgan tiene razón, no mereces portar ese rostro —dijo Ivar, pensando con tristeza en Esme, mientras caminaba por el lugar apoyado en su bastón. Sacó el anillo de compromiso que había mandado a hacer y lo vio con ternura—. ¿Crees que le guste? Por tu culpa no pude entregárselo ese día.—Eres un hombre obsesivo, manipulador, cruel, egoísta… ¡Tú mataste a Esme! —gritó Jade rabiosa—. Yo solo quería salvar a Morgan de ti. No se merece un hombre tan vil como tú.—Tienes razón, pero ella lo sabe y aun así a decidido quedarse a mi lado —contestó Ivar pensativo—. No solo la amo, sería estúpido de mi parte dejar a una mujer como ella, y aún más estúpido dejar a alguien como tu atentando contra nuestra felicidad.—No, no sabe la clase de alimaña asquerosa que eres en verdad… pero algún día, Ivar, Morgan se dará cuenta y ese día se irá de tu lado sin necesidad de
—¡Por favor! ¿En verdad me aplicarás la ley del hielo? —preguntó Jade molesta.Todo el camino Morgan no había abierto la boca. Estaba desanimada y prediciendo su final en manos de Jade, pero, por otro lado, se sentía más tranquila. La gente a la que amaba estaba segura. Aunque Pavel fracasara al seguirles el rastro, Morgan estaba dispuesta a terminar con Jade para que no volviera a causar daño.—¿Qué te hace creer que estoy feliz de venir contigo?—Deberías… Yo no soy la mala en tu historia. Yo no te he hecho daño como lo ha hecho Ivar y la familia Haugen. Ellos son a los que deberías de odiar, no a mí. ¡Lo sabes! ¡En el fondo lo sabes! Cuando lleguemos con mamá, haré que te saque esas estúpidas ideas de la cabeza, ya verás…Frente a la señorita de la aerolínea, Jade sacó su cartera y se mostró dulce.—…Me puede dar dos boletos hacia…—¿Me permite su carnet? —preguntó la señorita con cortesía.—Ah… claro…La mujer revisó y tecleó un par de veces.—Lo siento, no tenemos vuelos disponib
—Grita tan fuerte como quieras, pero toma en cuenta que me llevaré al idiota de Ivar conmigo y no solo eso, jamás les diré dónde está el niño encerrado. ¿Dejarás que muera de hambre, o que las ratas se lo coman? —dijo Jade segura de su victoria.Morgan abrió los ojos con horror, su cuerpo se congeló de solo imaginarse el trágico final que podría tener Harold y su mirada se clavó en la puerta de Ivar. Sabía que podía arriesgar su vida, pero no la de ellos, y su silencio contestó la pregunta de su hermana.—…Eso pensé… —dijo Jade soberbia—. Te llamaré mañana a esta misma hora para decirte donde nos veremos. Más te vale que no digas nada, esto es entre tú y yo.En completo silencio y sin compartir ni siquiera una mirada, Morgan solo fue capaz de escuchar los pasos de Jade alejándose por el pasillo, mientras sus manos sudaban y las ganas de llorar se apoderaban de ella.***Después de su arranque de psicosis, Ivar permanecía sedado por órdenes del doctor, y era lo mejor. ¿Cómo evitaría Mo
—¿Familiares del señor Ivar Haugen? —preguntó el médico y de inmediato se encontró con esa mujer devastada—. ¿Es su esposa?Morgan solo asintió. Se sentía incapaz de abrir la boca sin liberar un sollozo.—El señor Haugen recibió tres impactos de bala, uno en el tórax, rompiendo la aorta y provocando una hemorragia intratorácica, y los otros dos disparos en el abdomen, por suerte estos no generaron ningún daño orgánico.—¿Estará bien? —preguntó Morgan en un susurro.—Haremos lo que esté en nuestras manos…—¡Eso no me sirve de nada! —exclamó iracunda y con el corazón roto—. Solo… sea sincero.—Perdió mucha sangre… y me preocupa que tenga alguna complicación en tórax. Las siguientes veinticuatro horas son vitales. Cuando lo hayan llevado a su habitación, podrá visitarlo.Apenado, pero sabiendo que su trabajo había terminado, el médico se alejó de Morgan, dejando que esta se quedara ahí de pie, llorando desconsolada.—¡Morgan!… —exclamó Kyrie al entrar al hospital casi corriendo.Morgan a
Aunque todos los presentes en esa junta eran conocidos para Morgan, se sentía tan nerviosa como cuando tenía que exponer en la escuela. Sabía que tenía unos zapatos muy grandes que llenar, pues su abuela había sido muy sabia al dirigir la empresa.—Todos creen que estar en un puesto elevado es fácil, pero no es así… —dijo Ivar alcanzando a Morgan en el balcón.Morgan había salido presurosa, sentía que la cabeza le daba vueltas. El peso de la responsabilidad la abrumaba. Apoyada con ambas manos en el barandal, inhalaba profundamente, controlando su miedo por echar todo a perder.—Yo no quería tomar el lugar de Esther…—No es tan malo como crees. —Ivar se plantó detrás de ella, poniendo sus manos al lado de las suyas, volviéndose su refugio de la fuerte corriente de aire—. Además, no estás sola. Morgan volteó hacia él, con anhelo, no podía ignorar esa sensación de protección que le brindaba.—¿Te quedarás? ¿Me ayudarás?— Siempre que así lo quieras.Morgan se abrazó a él y escondió su
Ivar tomó a la niña con ternura y una vez dentro del auto, no paró de jugar y platicar con ella, fascinado por cada movimiento y cada expresión.—¿Cómo está Harold? —preguntó Morgan pensativa.—Extrañándote… —contestó Ivar melancólico—. Tu partida no solo me rompió el corazón a mí…Después de ver el puchero que Morgan hizo al imaginarse a Harold triste, Ivar prosiguió:—…¿Quieres visitarlo? Creo que le gustará conocer a su hermana. ¿Qué dices Eyra? ¿Quieres conocer a tu hermano mayor?—¡Ti! —exclamó la niña emocionada.—Eyra… Tú a todo le dices que sí —dijo Morgan acariciando la mejilla regordeta de su hija, enternecida. Ella no sabía de rencores ni venganzas.
Último capítulo