Mi Cruel Jefe: No escaparás
Mi Cruel Jefe: No escaparás
Por: Sathara
Capítulo 1: El novio equivocado.

La cabaña cerca del lago que había alquilado Erik, su novio, era perfecta y romántica. Morgan no podía parar de sonreír, ansiosa por escucharlo llegar. No había aceptado tener intimidad con él hasta ahora que estaban cerca de terminar sus estudios en la universidad. 

Las luces eran tenues y lo único que iluminaba el interior era la pálida luz de la luna. Terminó de beberse esa copa de vino que la esperaba con una nota donde Erik le pedía que se pusiera cómoda. De pronto unas manos envolvieron su cintura, se sentían calientes y erizaron su piel. Cerró los ojos en cuanto sintió un beso en su cuello. Esperaba que Erik le propusiera matrimonio antes de querer llevarla a la cama, pero después de sentir sus caricias ansiosas, no le importó saltarse ese paso. 

Esos fuertes brazos la cargaron y la llevaron escaleras arriba, hacia la habitación principal, mientras llenaba de besos ansiosos el rostro de su novio, que permanecía escondido por la oscuridad de la noche.

Entre las sábanas, Erik no tuvo piedad de ella, ni siquiera por saber que era su primera vez, pero cuando el dolor se fue, Morgan siguió el ritmo que su amante le impuso hasta que, temblorosa y agotada, cayó en un sueño profundo, tan abrazador que, si no fuera por el cansancio, pensaría que estaba drogada.  

***

A la mañana siguiente, el cuerpo le dolía, pero su sonrisa era grande, había pasado la noche con el hombre que amaba. Estiró su mano, aún somnolienta, buscando a su novio, pero no sintió el cuerpo de Erik, solo su calor en las sábanas. Un leve murmullo la alertó y se sentó sobre la cama, cubriendo su cuerpo con la sábana y con el cabello completamente alborotado. Tuvo un choque con la realidad. Se estremeció como si hubieran dejado caer sobre ella un cubo de agua fría. 

Conteniendo la risa y con celular en mano, algunos de sus compañeros de la escuela se burlaban y la fotografiaban. 

—¿Erik? —preguntó con un hilo de voz.

—Erik no está, bebé… —dijo el hombre cubierto de la cintura para abajo, el mismo que le arrancó su inocencia—, pero estuviste maravillosa. 

—¿Theo? —Los ojos de Morgan se comenzaban a llenar de lágrimas y su labio inferior temblaba.

Todos explotaron en risas divertidas y estruendosas que taladraron sus oídos. 

—Buenos días, «solecito». ¿Pasaste buena noche? ¿Lo disfrutaste? Theo es bueno dejando las piernas temblorosas, ¿no crees? —dijo Mía, regodeándose. 

La historia entre ellas era muy sencilla, comenzaron la universidad como las mejores amigas, pero los celos y la rivalidad las hizo cometer imprudencias, ahora solo vivían para hacerse infelices, pero esta vez Mía había rebasado el límite. 

Sujetando con una mano la sábana que cubría su cuerpo, Morgan salió de la cama, humillada y furiosa, tomó la lámpara a su lado y sin pensarlo dos veces la arrojó contra Mía, que entre risas y festejos no esperaba el golpe. La chica cayó al suelo y sus cómplices guardaron silencio, estaban sorprendidos de la reacción de Morgan. 

El revuelo de la habitación cambió de sentido, ya no había risas, solo gritos de horror cuando vieron la protuberancia en la frente de Mía, y el caos se apoderó de todos cuando la puerta se volvió a abrir. Era Erik, apenado por haber llegado tarde. 

La noche anterior recibió la visita de su poderoso y adinerado tío, quien lo había sentenciado. Ya había terminado la escuela, se había acabado la diversión y ahora tendría que trabajar, dejar el arte a un lado y tomarse la vida más en serio. Entre discusiones, Erik olvidó por completo la cita que tenía con Morgan y cuando quiso llamarla, ya era muy tarde y no contestaba. 

—¿Qué está ocurriendo aquí? —Pasó la mirada entre Morgan y los demás presentes, prestando especial atención en Theo, su amigo del equipo de natación que estaba semidesnudo igual que su novia con la cual llevaba cinco años juntos.

—¡¿Qué está ocurriendo?! —exclamó Mía desde el piso—. ¡Tu novia se revolcó con Theo! ¡Todos somos testigos!

»Queríamos sorprenderlos por el cumpleaños de Morgan y sabíamos que pasarían la noche aquí. —Señaló el pastel y los regalos. Todo estaba bien montado para dejar en mal a Morgan—. Jamás nos imaginamos que el hombre en la cama sería Theo.

—¿Morgan? —Erik retrocedió herido, sintiendo el peso del anillo de compromiso en su bolsillo, como una pesada roca.

—No les creas… No es cierto… Yo… —¿Cómo podía explicar lo que a simple vista era obvio? Los ojos se le llenaron de lágrimas al notar la decepción en el hombre que amaba. 

—Te traicionó, Erik… —agregó Mía y le arrebató a uno de los presentes el teléfono para mostrarle las fotos que confirmaban sus palabras—. Ante las pruebas me remito. 

Erik desvió la mirada, dolido y asqueado, decidió salir de la cabaña con la poca dignidad que aún le quedaba. La noche anterior estuvo a punto de rechazar su lugar en la compañía de su familia solo para quedarse al lado de Morgan, pero ahora se daba cuenta que iba a cometer un grave error. 

Al percibir los silenciosos pasos de su novia, se detuvo en seco y volteó abruptamente para enfrentarla.

—¡¿Cómo pudiste?! ¡Después de cinco años juntos! ¡Esto era para siempre, Morgan! —exclamó furioso, apretando los dientes y con los ojos llorosos—. ¡Te amaba!

—No quise hacerlo… Yo… me equivoqué… —No podía explicar lo que no podía comprender. 

—¡¿Te equivocaste?! ¿Te es tan fácil confundirme? —preguntó Erik y sacó la pequeña caja de terciopelo, mostrándole ese hermoso anillo que había conseguido para ella—. Después de cinco años juntos, ¿aún no puedes distinguir mis besos ni mis caricias?…

Las lágrimas cayeron de las mejillas de Morgan al ver el anillo. Cubrió su boca queriendo callar sus lamentos. Estaba destrozada, adolorida física y mentalmente, deseaba desaparecer. 

—…Hay cosas que no se pueden perdonar —continuó Erik con el corazón roto—. ¡Perdoné tus apatías, tus olvidos y tu aparente falta de interés! ¡Te creí cuando juraste lo complicado que era para ti amar y acepté la frialdad con la que me llegabas a tratar!, pero me fuiste infiel, me traicionaste… y eso ya excede mi tolerancia. Adiós, Morgan. 

De esa forma es que Erik subió a su elegante auto, dejándola en la puerta de la cabaña que él había alquilado, con una sábana como única cobertura para su cuerpo, mientras el grupo de estudiantes veían y grababan todo, sabiendo que incendiarían las redes al subir cada prueba de la traición de Morgan. Efectivamente, esa broma había ido muy lejos.  

***

Faltaban pocos días para la graduación y el suplicio terminaría. Morgan se sentía miserable y cada vez que veía a Erik, su corazón se retorcía dolorosamente. Cuando intentaba acercarse a él, este se alejaba, aparentando que no la veía, que ni siquiera existía, pero su rostro era una máscara de dolor. 

—Fue lo mejor… Erik no era para ti —dijo Mía cuando notó el anhelo en los ojos de Morgan al ver a su exnovio a lo lejos—. Pertenece a una familia con bastante poder que no hubiera visto bien su unión. No hay nada que le puedas ofrecer, solo vergüenza. 

Sin pensarlo dos veces, Morgan tomó por el cuello a Mía y la puso contra la pared, iracunda.

—Todo es tu culpa… ¡Theo y tú me hicieron esto! 

—Yo no te obligué a que te entregaras a Theo —agregó Mía divertida—. Ahora suéltame si no quieres que te suspendan en temporada de exámenes, y pases un semestre más en esta miserable escuela para que todos te sigan señalando con el dedo, como la puta que no pudo cerrar las piernas y que humilló a un hombre tan importante como Erik Lindberg. 

La mano de Morgan se relajó, dejando que Mía se fuera pavoneándose victoriosa. Había logrado su objetivo y Morgan no podía hacer nada.

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