Damian POV:
—Aila…?
Su nombre fue un susurro ahogado, un hilo de sonido en el aire denso de la habitación. Y luego, la vi.
Un montón de tela y pelo oscuro sobre la alfombra, tan inmóvil que por un instante mi corazón simplemente dejó de latir. Se detuvo. Completamente.
No. No, no, no.
El mundo se inclinó y corrí hacia ella, cubriendo la distancia que nos separaba en dos zancadas.
Me arrodillé a su lado y mis manos temblaron al girarla para ponerla boca arriba. Su rostro estaba pálido, de una palidez casi translúcida, y tenía los labios teñidos de un ligero tono azulado. Pero lo peor eran sus ojos, apenas entreabiertos, revelando solo el blanco.
—¡Aila! —grité su nombre, esta vez con toda la fuerza de mis pulmones, y la sacudí suavemente, luego con más fuerza—. ¡Aila, mírame! ¡Por la Diosa, contéstame!
No hubo respuesta. Su cuerpo estaba flácido en mis brazos, su cabeza cayendo hacia atrás sin vida. El pánico, un ácido helado y corrosivo, me quemó la garganta.
Puse dos dedos en su c