Aila POV:
—Para que recuperes las fuerzas, querida.
La taza de porcelana humeante se deslizó frente a mí sobre el mantel de lino blanco.
La mano de Valeria, se retiró con una elegancia estudiada, su sonrisa era una obra de arte, una máscara de amabilidad tan perfecta que, si no conociera la podredumbre que ocultaba, casi podría haberla creído.
El comedor principal estaba casi vacío, una bendición a medias. Solo estábamos nosotros tres.
Yo, Damián, y la mujer que había amenazado de muerte a mi bebé la noche anterior.
El desayuno era una farsa, una representación teatra