Apenas cruzamos la puerta del departamento de Joaquín y antes de que pudiera reaccionar, él me empujó suavemente contra la pared y me besó.
Quise apartarlo, pero me sujetó con firmeza las muñecas, sin darme oportunidad de resistirme.
Solo cuando ya me costaba respirar, se separó despacio, y me rodeó con sus brazos.
—No me rechaces, ¿sí? Soy tu novio. Aunque ahora no lo recuerdes, vamos a volver a conocernos poco a poco.
Lo miré atónita. Yo no era de una familia rica como ellos, por lo que siempre supe que entre nosotros existía una diferencia enorme.
Recordaba que, antes, Joaquín ni siquiera me dirigía la palabra, como si le molestara mi existencia. Por eso yo también lo evitaba. Pero desde que había «perdido la memoria», parecía otra persona: atento, paciente… hasta cariñoso.
«¿Será que solo lo hace para vengarse de Ricardo y emparejar cuentas?», pensé.
Esa noche me dormí llena de dudas.
Los días que siguieron, Joaquín y yo convivimos con una cortesía algo distante.
Pero, a veces, él me daba un beso como si fuera lo más normal del mundo. Al principio me ponía tensa, pero, con el tiempo… terminé acostumbrándome.
***
El sábado era el cumpleaños de Claudia, y Joaquín insistió en llevarme.
Ricardo había organizado una fiesta enorme para ella… ¡en un yate!
El pastel era más alto que una persona.
Claudia, emocionada, abrazó a Ricardo por el cuello y le dio un beso en la mejilla, antes de fingir timidez y apartarse sonriendo.
Ricardo le devolvió la sonrisa, acariciándole el cabello con ternura.
Entonces, volteó... y nos vio.
Por un segundo, su rostro mostró un atisbo de nerviosismo, pero enseguida se recompuso y nos saludó como si nada.
Claudia también nos notó, por lo que rápidamente caminó hacia mí, y me tomó del brazo con su sonrisa habitual.
—¡Carolina, llegaste justo a tiempo! ¿Nos tomas unas fotos a mí y a Ricardo?
Los dos se colocaron frente al pastel. Claudia recostó la cabeza sobre el hombro de él con aire de novia enamorada.
—¿A que está hermoso? Ricardo mandó a traer a un maestro pastelero desde el extranjero. Mira esa princesa en la cima, ¡es una versión mía!
La mano con la que sostenía el celular se me congeló un instante. No sabía que Ricardo podía ser tan detallista.
A través de la pantalla, miré sus rostros sonrientes, el abrazo, las flores por todo el salón, las luces cálidas... parecía una escena sacada de un cuento de hadas.
Después de cantar el cumpleaños, fui al baño.
Y, al salir, otra vez... me topé con una conversación entre Ricardo y Joaquín.
—Estás muy entregado con Claudia últimamente. Carolina nunca tuvo ese trato de tu parte —dijo Joaquín con sorna.
—Sí, con ella me siento más relajado. Es dulce, atenta, me hace reír. Claudia es... más linda que Carolina.
—Entonces ya está, ¿no? Si ella es más adecuada para ti, ¿por qué no la eliges de una vez? Tú mismo dijiste que Carolina a veces te hacía enojar, que discutían mucho.
Ricardo suspiró.
—Joaquín, no es tan fácil. Fueron más de dos años juntos. No es algo que pueda romperse de un día para otro. Y, además, Claudia no espera promesas eternas. Ella solo quiere pasar un buen rato conmigo ahora. Esa es su forma de amar... tan tonta, pero tan pura.
Joaquín se quedó callado unos segundos y luego esbozó una sonrisa.
Una sonrisa extraña. Como si hubiera entendido algo… o tomado una decisión.