En los últimos días, Ricardo no volvió a aparecer.
Mi relación con Joaquín avanzaba de forma estable, tranquila, como si finalmente las aguas se hubieran calmado.
Esa mañana, recibí un mensaje inesperado de Claudia: quería verme.
Decía que por fin había perdido toda esperanza.
Que cuando se recuperara del todo, se iría a otra ciudad…
y que no me preocupara, que ya no diría nada sobre “la verdad”.
Nos encontramos en el hospital.
Ella lucía más delgada, con ojeras marcadas y el ánimo visiblemente bajo.
—¿De verdad vas a rendirte? —le pregunté, mientras nos sentábamos en una banca del pasillo.
Sonrió con tristeza.
—¿Qué más puedo hacer? Él solo piensa en ti. Yo sí lo amaba, Carolina. De verdad.
La miré y asentí suavemente.
—Espero que puedas soltar todo eso. El mundo no gira solo alrededor de Ricardo.
Ella me observó con una mezcla de curiosidad y envidia.
—Solo quiero entender algo... ¿cómo hiciste para que tanto Ricardo como Joaquín estén tan locos por ti?
Levanté una ceja con ligera bu