Después de la fiesta, volvimos al departamento.
Justo al cerrar la puerta, Joaquín me abrazó de golpe y me besó apasionadamente. Intenté apartarlo, pero él me sujetó las manos con firmeza.
Igual que la vez anterior, solo se detuvo cuando notó que me faltaba el aire, y me estrechó con delicadeza entre sus brazos.
—Eres única. Nadie en el mundo se compara contigo.
Lo miré perpleja. Era como si supiera todo de mí. Sabía qué comida me gustaba, mi color favorito, las películas que siempre me hacían llorar...
Joaquín volvió a besarme. Esta vez, sin pensarlo mucho, rodeé su cintura con los brazos.
Sentí su espalda tensarse brevemente. Al segundo, me levantó de improviso y me llevó en brazos a su habitación.
Ricardo había sido el primer hombre en mi vida. Y también el único. Pero él... me había entregado a otro.
Si así iban a ser las cosas, entonces que fuera con otro hombre.
Mi relación con Joaquín avanzó muy rápido, como si de verdad fuésemos una pareja.
***
Cuando llegó el fin de semana. El grupo decidió ir a pasar unos días en un resort.
Al llegar a la cabaña que habíamos alquilado, Ricardo arrastró a Joaquín a un rincón, con el rostro tan oscuro como la noche.
—¿En serio van a dormir en la misma habitación? ¡Quédense en cuartos separados!
Joaquín sonrió con calma.
—Solo vamos a compartir un cuarto, ¿cuál es el problema?
A la mañana siguiente, mientras me preparaba para bajar, escuché voces cerca de la escalera.
—Joaquín, ¡yo siempre te consideré un hermano! ¿¡Cómo pudiste acostarte con mi novia!?
—Tu novia es Claudia Bernal, no Carolina. No me acuses con mentiras —respondió Joaquín con desdén.
—¡Esto no es un juego! —bramó Ricardo, furioso—. ¡Deja de fingir que eres su novio!
—¿Ah, sí? ¿Y cómo se lo vas a explicar? ¿Vas a decirle que querías probar algo nuevo y por eso la engañaste haciéndola creer que yo era su pareja? —Joaquín soltó una carcajada sarcástica—. ¿Tienes el valor de decirle eso tú mismo?
—¡Tú…!
—Tú ya estás con otra, y bien que te gusta. Lo dijiste tú: Claudia es más dulce, más fácil de llevar.
Ricardo perdió la compostura.
—¡Claudia y yo acordamos desde el principio que lo nuestro era pasajero! ¡Jamás dije que iba a dejar a Carolina! ¡Ella me ama!
—¿Y ahora resulta que te importa? —Joaquín lo miró con burla—. ¿No eras tú el que siempre decía que Carolina te fastidiaba? ¿No fuiste tú quien la empujó a mis brazos?
—¡Nunca pensé que ibas a aprovecharte así! —gritó Ricardo—. ¡Eres un miserable!
—No confundas las cosas, Ricardo. Tú fuiste quien la dejó ir. Y si tú estás con Claudia, ¿qué problema hay en que yo esté con Carolina?
—¡Voy a terminar con Claudia ahora mismo y recuperaré a Carolina! ¡Ella me ama! ¡No va a quedarse contigo!
Mientras tanto, yo comía tranquilamente en el comedor del alojamiento.
Por el rabillo del ojo, vi a Claudia parada junto a la puerta. Llevaba rato escuchando escondida.
Cuando oyó la última frase de Ricardo, se dio la vuelta y salió corriendo.
***
Por la tarde, Claudia se acercó con una sonrisa extraña.
—¿Vamos a caminar junto al río? Necesito hablar contigo.
Fuimos juntas.
De repente, me extendió su celular.
—Carolina, quiero mostrarte algo. Es una foto que tomé del celular de Ricardo.
En la pantalla había imágenes íntimas de Ricardo y yo… de antes.
Le devolví el teléfono sin inmutarme.
—¿Y eso qué significa?
Claudia se cruzó de brazos y sonrió con frialdad.
—Significa que Ricardo es tu verdadero novio. Es por eso que tienen tantas fotos así. ¡Te está engañando! ¡Tu novio no es Joaquín, es Ricardo! Solo aprovechó que perdiste la memoria para pasarte a Joaquín. Así podía hacer lo que quisiera sin culpa. ¿Y sabes qué es peor? ¡Joaquín está en el juego también! ¡Tú solo eres un chiste para ellos! Como tu amiga, no podía quedarme callada. Vine a decirte la verdad, para que no sigas siendo la tonta de esta historia.
Claudia soltó todo de golpe, esperando que me derrumbara.
Pero yo no reaccioné. Solo sonreí con tranquilidad.
—¿Y qué con eso? Ahora estoy bien. Joaquín no es peor que Ricardo.
Claudia me miró boquiabierta.
—¿Qué...? ¿Estás diciendo que puedes aceptar todo esto?
De pronto, pareció que algo se le cruzó por la mente.
Su voz tembló…
—Tú... tú no perdiste la memoria, ¿verdad?