—Hace tiempo que tengo este anillo preparado. Tiene nuestros nombres grabados. Quería esperar a que recuperaras la memoria para pedirte perdón.
—No me importa lo que haya pasado entre tú y Joaquín. Fue mi culpa. Yo fui quien arruinó todo. Quiero pasar el resto de mi vida enmendando mis errores, dándote todo lo que desees...
—Carolina, te amo. De verdad te amo. Perdóname, solo esta vez, por favor. Tú me amabas tanto... dame una oportunidad, ¿sí?
Ricardo alzó el anillo delante de mí. Una piedra brillante resplandecía en la luz, y en la parte interior del aro se leía mi nombre.
Sin dudarlo, Joaquín alzó la mano y le tiró el anillo al suelo.
—¡Ricardo! Desde el momento en que la traicionaste, dejaste de merecer su amor.
—Tú la engañaste. ¿Y ahora te molesta que ella haya encontrado a alguien más?
—Carolina es mi novia. Y para ti, eso ya no cambiará.
Me quedé mirando a Joaquín. Esa frase me resultó... familiar.
Claro. Esa misma noche, en la orilla del lago, yo se la había dicho a Claudia.
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