Los miré a ambos, sin delatar sus mentiras y fingí haber perdido realmente la memoria.
—Joaquín... si tú eres mi novio, ¿por qué no me llevas a casa?
Joaquín Ríos asintió con calma y fue a encargarse del alta médica. Mientras tanto, mi verdadero novio, Ricardo Paredes, se quedó ahí parado, sin mover ni un solo músculo.
Al final, fue Joaquín quien me llevó a casa.
Esa noche, salí de la habitación en silencio, y justo escuché a Joaquín hablando por teléfono en la sala.
—Joaquín, hazme el favor. Solo necesito que te hagas pasar por el novio de Carolina durante un tiempo.
—Lo que estás haciendo es una locura. Tarde o temprano ella se enterará de la verdad.
—No pasa nada. Ella es fácil de manejar, me ama con locura, ¿cómo va a dejarme en serio? Además, ya llevamos dos años y la verdad… estoy cansado. Ahora que perdió la memoria, por fin puedo tener un poco de libertad.
—Seguro que andas enredado con Claudia Bernal, ¿no? Quieres aprovechar para estar con ella.
—¿Y qué? Un hombre no puede tener solo a una mujer en la vida. Pero mi corazón, al final, sigue siendo de Carolina.
Volví en silencio al cuarto. Abrí la puerta a propósito para hacer ruido y luego salí como si apenas despertara.
Joaquín escuchó el sonido, colgó de inmediato y se volteó a mirarme.
—¿Por qué no descansas un poco más?
Puso su mano en mi frente para asegurarse de que ya no tenía fiebre, antes de tomarme de la mano para llevarme al sofá.
—Tengo hambre —dije justo cuando mi estómago rugió.
—¿Qué te parece si te preparo unos fideos?
Asentí con la cabeza.
Sin perder tiempo, él se puso de pie, se encaminó hacia el armario y me dio una botella de leche. Luego, acarició mi cabello y me dio un beso en la mejilla.
—Espérame aquí, preciosa. Ya vuelvo.
Justo cuando iba a besarme de nuevo, giré la cabeza y él se limitó a acariciarme la mejilla con ternura.
—No importa que no te acuerdes de mí... tenemos tiempo para volver a conocernos.
Dicho esto, se metió a la cocina. Al poco rato, el delicioso aroma de los fideos llenó todo el departamento.
Cuando terminamos de cenar, me levanté para ir al cuarto y él me siguió.
Me puse tensa. ¿Pensaba dormir conmigo? Desde su punto de vista, yo había perdido la memoria y él era mi novio... era lógico que compartiéramos cama.
Pero, en realidad, yo no había olvidado nada.
Joaquín entró tras de mí, mientras yo pensaba a toda velocidad cómo evitarlo.
—Yo... —empecé a decir.
—Desde hoy dormirás aquí. Yo estaré en el cuarto de al lado. Si necesitas algo, solo llámame.
Hablamos al mismo tiempo. Me sorprendí tanto por sus palabras que me quedé muda.
—Tranquila, Carolina. Tenemos todo el tiempo del mundo para volver a conectar.
Me puse roja de la vergüenza por lo que había imaginado. Bajé la cabeza, sin saber cómo mirarlo.
—Mañana hay una reunión con unos amigos. ¿Vamos juntos?
Todavía estaba avergonzada, así que asentí de manera casi automática.
—Está bien.
Luego fruncí un poco el ceño, como si realmente me preocupara.
—Pero... no sé si conozco a alguien.
—No importa. Yo estaré contigo.
Esa noche, dormí sorprendentemente bien.