Kelly se preparó mentalmente para lo que iba a suceder: extendió la funda sobre la gran cama con sábanas y cobertores de seda, bajó el cierre y su boca formó una perfecta “o”.
Quedó tan embelesada por la prenda; su finura, su calidad y su color.
Era un vestido de fiesta blanco con un escote en V profundo. Una delicada tela con encaje y pequeños cristales en la parte superior dejaba el valle de sus pechos al descubierto. La falda era una larga mezcla de tul y gasa casi transparente, con un poco de vuelo y una abertura delantera que mostraba parte de una pierna. Temía rasgarlo con solo sujetarlo. Pensaba que no debía ni mirarlo, o quizá se rompería.
Taladraron su mente pensamientos que no tenían sentido, ni principio ni fin. Aquella prenda era un sueño.
Le pareció una locura imaginarse envuelta en una brillante y clara nube liviana. ¿Cuándo podría costear un traje así? Jamás, ni siquiera en sus más vívidos sueños. Bueno, tal vez sí en sueños… pero tenerlo en sus manos era otra histor