Él seguía devorando su boca sin tregua, inclinando la cabeza de la joven hacia atrás para dominarla mientras la seducía.
Ella aprovechó un instante para tomar aire y, con un impulso entre el miedo y la osadía, le mordió el labio. La mirada de Valentino se oscureció.
A continuación, tomó su nuca con firmeza, volvió a besarla con fiereza y, sin pensarlo, la alzó entre sus brazos para llevarla hasta la cama que había en la habitación. La depositó en medio de las suaves sedas de las sábanas.
Kelly, nerviosa, retrocedió con rapidez, dejando a la vista la delicada curva de sus pechos y sus pezones rosados, provocando en Valentino un impulso que ya no podía contener. Se lanzó hacia ella, atrapando sus piernas con las suyas, separándolas con suavidad mientras la acercaba al borde del lecho, situándose entre sus caderas.
La visión de Kelly, rendida y temblorosa, lo consumió por dentro. Su cabello dorado se esparcía como un halo sobre las sábanas oscuras, y su piel pálida contrastaba con ella