Vittore se paseaba de un lado a otro en la sala donde se hallaba su futuro cuñado, fumando un puro. Se sentía nervioso. Los sucesos de los últimos días lo volvían intranquilo ante un desenlace incierto debido a las últimas noticias.
Tomó un gran cigarro artesanal, lo encendió y volvió a sus profundos pensamientos. Quizás así pudiera calmarse y orquestar una solución beneficiosa.
No obstante, conocer todos los puntos del testamento no había hecho más que complicar la situación. Debían discutir cuál de los tres obstáculos debía caer primero y de qué modo, antes de tomar posesión del gran botín. Nada debía ser apresurado, impulsivo o siquiera permitir atisbos de duda que cayeran sobre la familia Rosetti. El menor error y todos estarían acabados, y no dudaba de que el patriarca hiciera volar su cabeza por tal descuido.
En último lugar estaba su esposa actual. No sería difícil de quitar, pero no dejaba de ser una piedra en su camino. Ella sería el último eslabón para unirse con sangre a la