Una vez a sola, Macarena se encerró en la habitación. Las dudas aumentaban en ella. El día previo al viaje, él salió a resolver un supuesto asunto. Quizás era con Marlene con quien estaba. Quizás por eso no quería tocarla y sólo lo hizo porque ella lo provocó.
Su móvil comenzó a sonar. Volteó hacia la mesa de noche, y lo tomó. Atendió sin saber quien podía estar llamándola. Cuando oyó la voz al otro lado, su corazón se llenó de paz.
—¡Arquímedes! —murmuró con emoción.
—Sí, Macarena. ¿Cómo has estado?
—Bien —respondió en voz baja.
—No pareces de muy buen ánimo. ¿Te ocurre algo? —preguntó con preocupación.
—No, estoy bien. ¿Y Miguel como está?
—En lo suyo, metido en la computadora.
—¡Me le das saludos!
—Sí, por supuesto. Marta me dio tu número, espero no haya problemas ahora que te has casado.
Macarena suspiró hondo.
Arquímedes escuchó como su respiración cambiaba y se volvía agitada.
—¿Te sientes bien? Si deseas puedo ir a verte.
—No, no estoy bien —admitió con desdén—. ¿P