—Macarena, pero es que…
—Por favor, Doña Marta. No quiero saber nada relacionado con Jeremías Fuenmayor. No puedo perdonarle sus mentiras.
Arquímedes la observó de reojo, sin decir una palabra, mientras el coche avanzaba.
—Está bien. Si así lo has decidido, no puedo hacer nada para que cambies de opinión.
A pesar de que Doña Marta había intentado contarle la verdad, Macarena no quiso escucharla.
—Espero que no tengas que arrepentirte muchacha. —suspiró—. No siempre tenemos suerte de encontrar a alguien que nos ame y sea capaz de defendernos del resto de la gente.
Apenas Marlene cerró la puerta de su habitación, rompió en llanto.
—Jeremías… ¿por qué? ¿Por qué no puedes enamorarte de mí? Si tan solo pudieras verme como mujer… y si en realidad este hijo fuese tuyo, todo sería tan distinto —murmuró entre sollozos.
Su teléfono vibró. Lo tomó de inmediato, pensando que tal vez era Jeremías.
—¿Hiciste lo que te pedí? —preguntó Inés con severidad.
—Sí, lo hice —susurró apenas—. Él acaba