Arquímedes sintió como la mandíbula se le tensaba, mientras releía aquel mensaje una y otra vez. Si se hubiera quedado en esa pensión un día más, si hubiese tardado un poco más en empacar o si no hubiera cambiado de idea a último minuto, ella lo habría encontrado. Nuevamente su intuición lo había salvado.
Miró a su hijo dormido, y un estremecimiento lo recorrió. Su pasado estaba otra vez tocándole la puerta. Pasó ambas manos por su rostro y suspiró aliviado. Sin embargo, su corazón latió con fuerza ante la idea de que Inés todavía lo buscaba.
Quince años atrás…
Arquímedes estaba terminando de ajustarse la corbata con manos temblorosas. Finalmente iba a casarse con Teresa, la mujer que lo amaba sin importarle su posición económica ni su estatus social. Una mujer sencilla, amorosa y dispuesta a darle una familia.
El celular vibró sobre la mesita. Arquímedes sonrió y tomó el teléfono sin mirar la pantalla.
—¿Aló? —respondió, aún con la sonrisa en los labios.
—¡Arquímedes!
Aquella voz