Rebeca Miller
Julián avanzó despacio. Luego me miró, con esa ternura que dolía.
—Tienes razón. Tus hijos merecen conocer a su padre. Entender por qué ya no están juntos, sin rencores ni mentiras. Pero Rebeca... —Se detuvo unos segundos, como si escogiera bien sus palabras—. Charles es complicado. Es un hombre manipulador, y sé que usará a sus hijos como excusa para seguir acercándose a ti. Lo hace desde el miedo, porque no quiere perderte. Pero eso... no lo hace correcto.
Saliva tragué. No sabía qué decirle. No porque no tuviera palabras, sino porque muchas veces el corazón entiende cosas que la lógica no puede explicar.
En ese momento, se abrió el portón del colegio. Los niños comenzaron a salir entre risas y mochilas coloridas. Aiden fue el primero en vernos. Levantó la mano y gritó:
—¡Mamáaaa!
Corrí a bajar del auto. Ellos vinieron corriendo hacia mí como un torbellino, con sus caritas sudadas y las mochilas mal colgadas.
—¡Mami! —dijeron los tres al mismo tiempo, envolviéndome en