Capítulo 138

Al día siguiente, la luz suave del amanecer se filtraba a través de las gruesas cortinas de la habitación, tiñendo las paredes de un cálido tono dorado. Me desperté lentamente, sintiendo aún la pesada losa del cansancio sobre mi cuerpo, como si no hubiera dormido en absoluto. Me giré hacia el lado derecho, esperando encontrar el calor de Rebeca a mi lado, pero ella ya no estaba en la cama. El vacío junto a mí, aún tibio, me hizo abrir los ojos del todo.

Alcé la vista y la vi sentada al borde del gran tocador, frente al espejo antiguo que reflejaba su silueta delicada. Sus manos se movían con destreza entre su brillante melena castaña, peinándose con calma, como si cada movimiento formara parte de un ritual secreto que la preparaba para enfrentar el día. Su mirada se cruzó con la mía a través del espejo y una sonrisa suave se dibujó en sus labios mientras decía, con esa voz que siempre lograba apaciguar cualquier tormenta dentro de mí:

—Buenos días, amor.

Le devolví la sonrisa, sintien
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