Después de salir del hotel con Nora, me sentía diferente. Ya no me sentía el mismo Fabián de los últimos años; hundido, triste, sin salida. No solo por haber estado de nuevo con una mujer, sino por atreverme a sentir. Sin embargo, aunque no podía entender qué estaba pasando, no podía sacar de mi cabeza a Amanda.
Fui con Nora a cenar y de nuevo la vi, se veía radiante, igual o más hermosa de la última vez que la vi con Valentín, pero esta vez estaba con otro hombre. No sé si fueron celos sin sentido, pero me acerqué a ella casi de inmediato. No podía simplemente ignorarla.
Verla llorar me hizo sentir extraño con deseos de abrazarla, de decirle que todo estará bien, pero en ese momento no podía acercarme a ella. Ella no estaba sola ni yo tampoco. Caminé al baño mientras ella se dirigía a su mesa, le escribí una nota y se la envié con el mesero.
En la nota decía:
“Lamento comportarme siempre así contigo. Acepta mis sinceras disculpas y empecemos de cero. Te espero mañana a las ocho en el