No había olvidado el encuentro con mi cliente misterioso y de ese abrazo que me atreví a darle sin arrepentimientos. Sentir su abrazo de vuelta, su paz, era lo que necesitaba en ese momento.
Volví al hospital para ver a mi madre y estaba muy bien. Esta vez mi padre sí estaba, pero ambos nos ignoramos completamente. El “Dr Beltrán” entró un par de veces a la habitación y con su cara sínica sonreía y manifestaba estar alegre por los resultados de la operación. Pero sabía lo que era capaz de hacer y el verdadero resultado dependía de mí y de ese nuevo encuentro al cual debía asistir en un par de días. Intenté no pensar en eso y me dirigí a la caja del hospital para cancelar lo que estaba pendiente. El dinero ahora no era ningún problema para mí.
―¿De dónde estás sacando tanto dinero? ―dijo mi padre sosteniendo mi brazo con fuerza sorprendiéndome por la espalda.
―¡Suéltame!―Le grité y con fuerza me aparté de su mano―. No es tu problema. Estoy solucionando, algo que tú no estás haciendo.
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