Antes de entrar al Luxury para el encuentro con Amanda, me coloqué la máscara y caminé observando a mi alrededor. Ubiqué el elevador y llegué a los salones VIP. Esta vez el encuentro era en el primer salón. Llegué y Amanda aún no estaba.
Llegó y aunque siempre nos acompañaba una luz tenue y un poco de oscuridad para proteger mi privacidad por completo, me di cuenta de que había llorado. A los pocos minutos sus lágrimas fueron aún más evidentes, pero ese abrazo que no esperaba de su parte fue perfecto. Por un momento me quedé paralizado, pero en un impulso que no pude detener, la abracé, le acaricié su espalda. Quería que se sintiera bien.
Prácticamente no habíamos hablado, pero ese instante significaba más que un millón de palabras.
Se retiró y sentí que mi mundo se iba con ella. Desee correr y buscarla, no dejarla ir, decirle mi verdadera identidad y que mis sentimientos por ella pudieran ser libres, pero no iba a ser tan fácil. Le había mentido y eso era algo que en algún momento