KATRINA
Esa frase me hace estremecer de placer.
Gimo de necesidad, sin poder evitarlo, y Kael apoya su miembro contra mi centro, empujando apenas. Al principio duele... pero conforme avanza, poco a poco, mi cuerpo se va adaptando al tamaño de un hombre lobo.
Cuando lo miro a los ojos, noto algo distinto: una presencia salvaje.
Su lobo.
Me sonrojo. No sabía que podía conectar con él… con su otra mitad.
Kael me regala una sonrisita y me besa, un beso profundo que me deja sin aliento justo cuando termina de enterrarse por completo.
Gime, echa la cabeza ligeramente hacia atrás y se muerde el labio inferior.
—Hembra… joder… qué bueno es esto. Me encanta.
Y entonces, sus embestidas se vuelven más duras. Una y otra vez Kael entra y sale de mí robándome la respiración.
—No sabes cuánto me gustas…
Nuestros gemidos llenan la habitación.
Tengo que hacer un gran esfuerzo para no rendirme del todo al placer que me atraviesa como una ola ardiente. Es demasiado pronto.
Como si pudiera leer mi mente