Silvina se quedó allí, escuchando cómo Leonel y Carlos hablaban de negocios mientras sentía las miradas maliciosas que le llegaban desde todas partes.
En su interior, Silvina gritaba desesperada: "¡Chicas hermosas, están todas equivocadas! ¡Yo nunca he querido competir con ustedes por Leonel! Si lo quieren, adelante, ¡es todo suyo!"
Después del lamento, empezó a quejarse para sus adentros: "Leonel, oh Leonel, ¡eres un auténtico generador ambulante de feromonas! A donde vas, los ojos de todas las mujeres te siguen como imanes. ¿Para qué un hombre necesita ser tan guapo? ¡Y ahora yo, que sólo estoy a tu lado, tengo que soportar todas esas miradas venenosas que me despedazan lentamente!"
Leonel notó que Silvina parecía algo incómoda, así que terminó rápidamente su conversación con Carlos y la llevó a un rincón más tranquilo.
—Tengo que ir a saludar al anfitrión —le dijo con voz baja—. Como no estás acostumbrada a este tipo de eventos, quédate aquí y come algo con calma. Pero recuerda: no