—Aquella noche Liliana realmente estaba enferma. No fue mi intención dejarte plantada —explicó Leonel, con voz baja y conciliadora.
Él pensaba que ya había dado suficientes explicaciones, que con eso Silvina dejaría de estar molesta.
Pero Silvina lo veía de otra manera: sentía que su lógica era completamente distinta a la de él.
Ella no estaba "enojada".
Uno se enoja solo cuando le importa.
Y ella había trabajado duro para convencerse de que no le importaba.
Que no valía la pena enfadarse.
Ahora, él venía a darle explicaciones…
—Bien. Entonces te pregunto algo. ¿Qué soy yo para ti? ¿Alguna vez me has considerado tu verdadera esposa? —Silvina respiró hondo y decidió decirlo todo claramente.
Si dices que me amas, aceptaré tu disculpa.
Si no me amas, entonces por favor déjame ir…
Leonel no esperaba esa pregunta.
¿Eso hacía falta aclararlo?
Ella era su esposa, por supuesto que era importante para él, alguien a quien quería proteger.
¿De verdad necesitaba decirlo en voz alta?
Recordó lo qu