En ese instante, Silvina por fin comprendió por qué Leonel estaba tan molesto.
Era porque…
Al bajar la mirada, notó que sus dedos seguían entrelazados con los de él.
Las alianzas en sus manos brillaban intensamente bajo la luz del sol.
De pronto, Silvina sintió una enorme incomodidad.
Si Leonel ya había reavivado su antigua relación con Liliana y había decidido estar con ella, ¿qué sentido tenía seguir llevando ese anillo?
Cuanto más pensaba, más se ahogaba en la angustia. Intentó soltar su mano, pero Leonel, lejos de permitirlo, apretó con más fuerza.
Silvina forcejeó varias veces sin éxito, hasta que levantó la vista y lo fulminó con la mirada, llena de enojo y vergüenza.
Sin embargo, al ver aquella chispa de ira en sus ojos, Leonel se sintió inexplicablemente complacido.
¡Eso era!
Le encantaba verla así, con ese enojo tan real…
Solo en esos momentos sentía que ella estaba de verdad a su lado, tangible y cercana, y no como en la mañana, cuando parecía un ser etéreo que en cualquier