En ese momento, el mayordomo dio un paso al frente y explicó:
—Señora Leonel, hace un momento el señor Leonel recogió algunas maletas y se marchó. Dijo que no volvería en los próximos días y que debía quedarse en casa para reflexionar sobre sus errores.
El corazón de Silvina dio un vuelco doloroso.
¡Leonel, qué significaba eso!
¡Dilo con claridad!
Bien… perfecto.
¿Acaso no era ese el resultado que ella misma había deseado?
¿No había intentado siempre mantener una distancia segura con Leonel, preparándose para el momento en que pudiera liberarse por completo?
Entonces, ¿por qué su corazón dolía tanto ahora?
¡Silvina, qué estabas pensando!
¿Por qué sentías dolor?
¡Que ese desgraciado se fuera! ¡Que se marchara lo más lejos posible!
¡Largo, largo, largo!
Silvina se dio la vuelta con rigidez, obligándose a mantener la calma.
—Entendido —dejó caer esas palabras y caminó de manera mecánica hacia su habitación.
Leonel, ojalá nunca regresaras.
Ojalá… nunca más nos volviéramos a ver.
Cuando pa