HORAS DESPUÉS
El aire estaba más frío ahora. La ciudad se envolvía en su propia neblina, como si supiera lo que estaba por ocurrir y quisiera esconderlo.
Dante no hablaba.
Alonzo revisaba el mapa con uno de los hombres en el asiento trasero. El nombre del siguiente objetivo era Nicolás Guerra, un oficial de alto rango, el mismo que le informaba absolutamente todo a Dante y que había decidido no informarle nada de lo que le habían hecho. El vivía fuera del radio urbano, en una pequeña cabaña rodeada de bosque. Tenía seguridad. Se movía con cuidado. Pero no lo suficiente.
—Lo tenemos —dijo Alonzo, mirando el punto rojo parpadear en el mapa GPS—. El dron confirmó actividad. Está en casa. Solo.
Dante bajó la vista. Su mandíbula se contrajo.
—Que no quede nada de él.
—¿Ni su sombra?
—Ni su olor —respondió seco.
La camioneta negra giró hacia la carretera. Afuera, el mundo parecía ir más lento, como si el tiempo se arrastrara, sabiendo que algo oscuro se avecinaba.
El sonido de la grava baj