Dante caminó hacia la entrada con pasos firmes, aunque dentro de él se agitaba una tormenta. El eco de los gritos de Francesco aún resonaba en las paredes de la mansión.
Al llegar a la gran puerta doble, se detuvo un instante. Respiró hondo, intentando calmar el fuego que le subía por el cuello. Luego, con una sola orden a uno de sus hombres, hizo que abrieran.
Las puertas de la mansión se abrieron lentamente, dejando entrar el frío de la noche y la tensión que venía con ella.
Las luces del vestíbulo iluminaron los rostros de quienes esperaban afuera. Francesco Greco dio un paso al frente, seguido por Vittorio y un grupo de hombres vestidos de negro, armados hasta los dientes. Algunos mantenían la mirada baja, pero todos estaban preparados para un enfrentamiento.
Dante dio un paso adelante, colocándose en el umbral como un centinela. Apretó la mandíbula al ver a Vittorio entre ellos. Sabía lo que eso significaba, esta no era una visita familiar. Era una operación.
Su mirada se posó e