112. La Confesión
Viernes, once y media de la noche.
Mi apartamento me recibe con su silencio familiar, pero esta noche se siente diferente. Más vacío, más frío, como si las paredes hubieran absorbido mi humillación y ahora la reflejaran de vuelta hacia mí. Dejo las llaves en la mesa de la entrada con manos que aún tiemblan ligeramente, el eco del metal contra la madera resonando en el espacio demasiado silencioso.
La confrontación con Max se reproduce en mi mente una y otra vez como una película en bucle que no puedo detener. Su sorpresa al verme, la forma en que sus ojos se endurecieron cuando mencioné la cena, el silencio devastador cuando le pregunté si estaba enamorado de Victoria. Y luego mi retirada patética, corriendo como una adolescente rechazada después de confesar sus sentimientos a su crush.
Me dejo caer en el sofá sin siquiera quitarme el abrigo, enterrando mi rostro entre mis manos. ¿En qué estaba pensando? ¿Qué me hizo creer que aparecerme en su casa después de esa gala desastrosa y el c