113. La Noche que Cambió Todo
Mi corazón late tan fuerte que estoy segura de que puede escucharlo. Cada terminación nerviosa en mi cuerpo está en alerta máxima, como si estuviera parada al borde de un precipicio y tuviera que decidir si saltar o dar un paso atrás hacia la seguridad.
El silencio en el apartamento es ensordecedor. Max espera. Sus ojos, profundos y exigentes, están clavados en los míos.
—No lo sé —susurro.
Es la verdad. Pero en el momento en que las palabras salen de mi boca, sé que es la respuesta equivocada.
Veo cómo la esperanza se apaga en su rostro. Es físico. Sus hombros caen. La luz en su mirada se extingue, reemplazada por una decepción fría y dura.
Max se pasa una mano por el cabello y da un paso atrás. Ese paso es el sonido de una puerta cerrándose.
—Bien —dice, y su voz suena hueca—. Entiendo.
Se gira. Me da la espalda. El pánico me inunda. La deseperación se dispara en mi. Se va, se va a ir con ella. Mi cobardía acaba de firmar la sentencia.
—Lorena, escúchame —dice de repente, girándose c