Sueños angelicales.
Despertó entre la hierba, viendo las nubes azules navegar en el cielo.
— ¿Donde estoy? — Pensó.
Caminó por un amplio valle dónde la hierba, las flores, los arbustos, los árboles y riachuelos estaban inmaculados.
El viento era fresco pero no helado y el sol y su calor eran apenas una leve caricia.
Este lugar era lo que ella siempre había imaginado como un paraíso.
Pequeños animales corrían y jugaban entre los pastizales y los árboles. Ninguno de ellos parecía tenerle miedo, permitían que la joven se acercara y los acariciara, como si el contacto humano y animal jamás hubiese sido algo de que temer.
Pero ella sabía que no pertenecía a este sitio. Así que comenzó a andar entre toda aquella flora y fauna, maravillosa y fantástica, rumbo a una salida.
Después de unas cuantas horas en aquel precioso paraje, se fijó en cómo el atardecer se apoderó del cielo y este comienza a oscurecerse.
Decidió entonces acurrucarse a los pies