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Canceló nuestra boda 66 veces, decidí dejarlo

Canceló nuestra boda 66 veces, decidí dejarloES

Cuento corto · Cuentos Cortos
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Resumen
Índice

Estuve siete años con Andrew, mi novio cirujano. Celebramos 66 bodas, pero él siempre las canceló por culpa de Selena. La primera vez ocurrió cuando Selena administró la dosis equivocada a un paciente; Andrew me pidió que lo esperara y yo lo hice todo el día. La segunda fue cuando Selena resbaló en la ducha. Estábamos a punto de intercambiar los anillos y, sin pensarlo, él me dejó plantada frente a las burlas de los invitados. Organicé 65 ceremonias seguidas y, en cada una, Selena encontraba un pretexto para llevárselo. En la boda número 65, Selena aseguró que su perro agonizaba y que ella también quería aventarse por la ventana; mi mamá se alteró tanto que le dio un infarto… y aun así no logramos retener a Andrew. Después, Andrew se arrodilló ante toda mi familia para suplicar perdón: —Solo me da lástima Selena, porque es huérfana; a quien amo de verdad es a ti. Le concedí la última oportunidad, pero volvió a decepcionarme. Me rendí por completo: decidí separarme de él y me uní a un grupo internacional de ayuda médica. Desde entonces, jamás volvimos a vernos.

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Capítulo 1

Capítulo 1

Aquel día, Andrew y yo volvimos a celebrar una boda.

Para demostrar que hablaba en serio, Andrew invitó a un montón de gente; yo me partí el lomo organizándolo todo.

Llevaba toda la noche sin probar bocado; el estómago me dolía tanto que apenas podía mantenerme erguida, pero Andrew ni en cuenta: en ese momento se reía y platicaba con Selena.

Tragué mi coraje y recé para que, por fin, esta boda saliera bien.

De pronto Selena se puso pálida y agarró la mano de Andrew, asustada:

—Andrew, creo que comí crema de cacahuate…

Andrew me clavó la mirada, furioso:

—¿Qué onda contigo? ¿No te dije que Selena es alérgica al cacahuate? ¿Por qué serviste crema de cacahuate?

La vi actuar en silencio, porque yo jamás puse crema de cacahuate.

Tras revisarla, Andrew, hecho un manojo de nervios, la cargó en brazos:

—No, tengo que llevarla al hospital.

Le sujeté la mano y murmuré:

—¿Y si, esta vez, no te vas?

Él me miró, luego vio a Selena y, tras un segundo de duda, dictó sentencia:

—Cancelemos la boda. Se ve grave. Selena es huérfana, no tiene a nadie; yo debo cuidarla.

Mis papás rechinaban los dientes, mis amigos soltaban maldiciones y los invitados cuchicheaban:

—Pobre novia… Llevo 65 bodas y siempre le toca limpiar el desastre.

—Sí, cada vez decora con tanto cariño; ha de querer un chorro al novio para aguantarlo.

Como no lo soltaba, Andrew se impacientó:

—Ivy, ¿puedes ser razonable? ¡Una alergia puede matar! Te lo juro, en la próxima boda no voy a fallar.

Esa promesa la había escuchado demasiadas veces: era la 66.ª boda que cancelaba por Selena.

Antes le rogaba entre lágrimas, le gritaba de rabia; ahora… ya me había acostumbrado. De nada servía.

Aflojé mi mano. Aunque sentía cuchillos retorciéndome el estómago, le sonreí:

—Llévala rápido; se ve fatal.

Andrew se quedó helado; nunca me había visto tan comprensiva y casi se puso nervioso:

—Ivy, perdóname; la llevo y regreso.

—Está bien —dije, mirándolo alejarse.

Sabía que no volvería, igual que en las 65 veces anteriores.

El dolor me dobló; me desmayé delante de todos.

Siempre he tenido problemas gástricos y Andrew lo sabía.

Cuando empezamos, vigilaba que comiera; si me saltaba una comida temía que me doliera el estómago.

Cocinaba para mí y recordaba qué alimentos detesto; juraba cuidarme toda la vida, que yo era su prioridad.

Todo acabó el día que Selena entró a trabajar.

Por Selena me dejó 66 veces.

Estoy cansada; no pienso darle otra oportunidad.

Desperté con mis padres a mi lado.

Me contaron que la boda se canceló y Andrew no volvió. Intentaron avisarle que me desmayé, pero nunca contestó.

Sonreí con amargura. Cada vez que a Selena le pasa algo, Andrew me pone en segundo plano porque “pobrecita, es huérfana”.

Volteé a ver mi vestido de novia, blanco y puro; me lo puse 66 veces por Andrew.

Me obligué a incorporarme y lo tiré al bote de basura.

Mamá me secó las lágrimas:

—Ivy, esta vez vienes con nosotros. Andrew no te merece.

La boda 65 la canceló igual; mis papás me llevaron a casa y Andrew pasó la noche de rodillas rogando otra oportunidad. Se ablandaron y aceptaron “la última boda”.

¿Y la próxima? ¿Si se arrodilla tres días seguidos?

Ya no tengo fuerzas para volver a ese vacío.

—Perdónenme, pero no vuelvo a casa. En tres días vuelo a Narnia.

Siempre quise ser médica sin fronteras; rechacé la invitación por quedarme con Andrew.

Ahora solo quiero alejarme de él para siempre.
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