La luz del amanecer filtraba su tibieza por las rendijas del santuario, pero en el interior del cuarto principal, no habĂa paz. Aeryn yacĂa en la cama, el rostro empapado en sudor, respirando como si hubiera corrido durante dĂas.
Lucien estaba a su lado, sosteniĂ©ndole la mano con fuerza, el pecho apretado por algo mĂĄs que miedo. AĂșn no habĂa abierto los ojos desde que regresaron de la CĂĄmara. El medallĂłn, roto casi por completo, colgaba sobre su vientre como un faro agonizante.
âVamos, mi luna âmurmurĂł Ă©l, rozando sus labios con los nudillos de su manoâ. Despierta. Ya estĂĄs a salvo.
Los minutos pasaron. El silencio dolĂa.
Hasta que finalmente, Aeryn abriĂł los ojos.
Lucien sonrió al instante⊠pero su sonrisa se desvaneció.
Porque ella lo miraba como si no lo conociera.
âÂżQuiĂ©n eres? âpreguntĂł Aeryn, con voz rasposaâ. ÂżDĂłnde⊠dĂłnde estoy?
Lucien retrocediĂł como si lo hubieran herido.
âNo⊠no puede ser.
Ella se incorporĂł con dificultad, sujetĂĄndose el vientre, que ahora parecĂa mĂĄs pesad