Inicio / Hombre lobo / Marcada por la Sangre y la Luna / 🌑 Capítulo 4 — El Cazador entre Sombras
🌑 Capítulo 4 — El Cazador entre Sombras

La noche no había terminado.

Aunque las emociones se calmaron en el interior de la oficina, el mundo afuera parecía haberse detenido, como si incluso el tiempo contuviera la respiración. Aeryn dormía sobre el pecho de Lucien, exhausta tras las visiones, con su mano descansando instintivamente sobre su vientre.

Él no dejaba de observarla. Cada vez que la miraba, recordaba el pasado y maldecía los siglos que los habían separado. Pero ahora, con ella allí, respirando, viva, y llevando en su interior a un hijo suyo… no pensaba permitir que nada ni nadie les arrebatara lo que por fin estaba reconstruyéndose.

Hasta que el reloj se detuvo.

Literalmente.

Lucien lo sintió primero: el zumbido. Un temblor en el aire, como si una energía extraña tejiera una barrera invisible. Selene entró de golpe, sus ojos como dos lunas encendidas.

—¡Está aquí!

Lucien se levantó de inmediato, haciendo que Aeryn despertara sobresaltada.

—¿Quién? —preguntó ella, con el corazón latiendo con fuerza.

Selene respondió con la voz más seria que había usado jamás:

—El Cazador del Tiempo.

Las luces se apagaron. Todas.

Solo quedaron las sombras.

Una figura emergió desde la esquina del despacho como si hubiera estado allí todo el tiempo, encapuchada, envuelta en un manto de humo gris y partículas suspendidas como polvo detenido en el aire. Su rostro era borroso, como si la realidad misma no pudiera sostenerlo demasiado tiempo.

—Aeryn Kael'tharis —dijo con una voz que resonó como si mil ecos hablaran al mismo tiempo.

Ella retrocedió un paso, cubriéndose el vientre por instinto.

Lucien rugió, poniéndose delante.

—No daré ni un solo segundo de mi línea temporal para que toques a mi familia.

El Cazador alzó una mano. Y el tiempo se quebró.

Todo se ralentizó.

La voz de Selene pareció flotar en el aire como un suspiro congelado. Aeryn trató de moverse, pero su cuerpo no respondía. Solo Lucien resistía. Su condición de alfa entre alfas, y el poder ancestral de su linaje lo protegían, aunque con gran esfuerzo.

—El hijo que espera —dijo el Cazador— no es solo sangre mezclada. Es el corazón del bucle. El que puede cerrar la brecha o volverla eterna. No puedo permitir que nazca libre.

Lucien gruñó.

—Tú no decides el futuro.

—Yo corrijo errores —replicó el Cazador.

La sombra avanzó, alzando un brazo envuelto en runas antiguas que giraban en el aire.

Aeryn sintió una presión en su vientre. Como si el tiempo mismo quisiera extraer a su hijo de su interior.

—¡NO! —gritó, encontrando una fuerza que no sabía que tenía.

Una luz brillante estalló desde su pecho. El medallón, que siempre había llevado como recuerdo, ahora ardía como una estrella.

El tiempo se liberó de golpe.

Todo volvió a moverse.

Selene lanzó un sello que envolvió al Cazador y lo empujó hacia atrás, destrozando media pared del edificio. Lucien se abalanzó sobre él con una velocidad sobrenatural, pero la figura ya se desvanecía en la grieta del tiempo, dejando tras de sí un susurro:

—Volveré… antes de que el primero de sus latidos cambie el curso del destino.

Aeryn cayó de rodillas, jadeando, sosteniéndose el vientre.

Lucien corrió hacia ella.

—¿Estás bien? ¿Está bien?

Ella asintió, aunque temblaba.

—Siento que… el bebé me protegió. No fui yo… fue él.

Selene se acercó con expresión grave.

—Es posible que el niño ya esté manifestando conciencia… no solo mágica, sino temporal. Eso nunca había ocurrido en una criatura híbrida.

Lucien alzó la vista.

—¿Qué estás diciendo?

—Estoy diciendo —replicó ella con pesar— que ese niño no solo será poderoso… puede que ya exista fuera del tiempo. Y eso lo hace más vulnerable. No solo a Caius. No solo al Cazador.

Aeryn tragó saliva.

—¿Quién más…?

Selene dudó, y entonces dejó caer una frase que rompió todo lo que creían saber:

—Puede que el niño… sea la reencarnación del mismísimo Il’varen.

El silencio fue absoluto.

Lucien palideció.

—¿Il’varen? ¿El lobo sagrado? ¿El que creó la línea de sangre que dio origen a todas las manadas?

Selene asintió con lentitud.

—Si es cierto… entonces tu hijo no solo unirá razas. Podría reclamar todo el equilibrio del mundo sobrenatural. Y eso... lo convertiría en un objetivo de los tuyos también.

Lucien se levantó de golpe, furioso.

—No dejaré que lo conviertan en un símbolo. Ni en un trofeo. Ni en un arma. Es nuestro hijo.

Aeryn lo miró, con lágrimas en los ojos, asintiendo.

—Y haré todo para que tenga una vida normal… incluso si tengo que enfrentarme al destino mismo.

Esa noche, el edificio quedó protegido por runas antiguas. Selene selló todos los portales temporales. Pero la calma era frágil.

Lucien se sentó junto a Aeryn en la cama del refugio.

Ella lo miró, con el corazón agotado.

—¿Y si esto nos destruye?

Él la atrajo hacia sí, apoyando su frente contra la de ella.

—Entonces moriremos luchando juntos. Pero no sin intentarlo. No sin amar con todo lo que somos.

Ella cerró los ojos, apoyada en su pecho.

Y esa noche, entre amenazas invisibles y un hijo que desafiaba las reglas del mundo, encontraron el único lugar en el que todavía podían respirar: los brazos del otro.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP