Início / Hombre lobo / Marcada por la Sangre y la Luna / 🌑 Capítulo 3 — Ecos de un pasado olvidado y sombras en el presente
🌑 Capítulo 3 — Ecos de un pasado olvidado y sombras en el presente

La luna llena reinaba en lo alto del cielo, su luz blanca y fría bañaba la ciudad con un resplandor fantasmal que parecía traer consigo recuerdos olvidados y promesas rotas. Aeryn caminaba apresurada por las calles estrechas y oscuras, sintiendo cómo la brisa nocturna se colaba entre su abrigo, pero nada la detenía. La urgencia que le consumía el alma la hacía ignorar el frío y el cansancio.

En su mano apretaba con fuerza el medallón de plata, el objeto que había conectado su presente con un pasado olvidado. Aquel medallón que Selene le había entregado, susurrándole secretos que parecían sacados de otra vida.

El corazón le latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho. Sabía que algo terrible se acercaba. Caius, el vampiro oscuro, no descansaría hasta encontrarla y arrebatarle lo que llevaba dentro: el futuro mismo de una alianza antigua.

Al llegar al edificio de Virel Industries, las luces del vestíbulo parpadeaban con un brillo tenue. El silencio reinaba en el aire, pero Aeryn sabía que la calma era solo una ilusión. En el piso superior, Lucien la esperaba, preparado para lo que viniera.

Subió las escaleras de dos en dos, impulsada por una mezcla de miedo y determinación. Cuando abrió la puerta de la terraza, una figura se recortaba contra el cielo nocturno, una sombra que parecía surgir de la misma oscuridad.

—Caius —susurró, la voz quebrada por la tensión.

El vampiro giró lentamente, una sonrisa cruel iluminando su rostro.

—Aeryn —dijo con voz seductora—. Siempre tan obstinada.

El aire se volvió pesado, cargado de una energía oscura y peligrosa.

—No voy a dejar que te acerques a mi hijo —replicó ella, dando un paso adelante.

—¿Tu hijo? —rió Caius—. ¿Crees que con un simple embarazo puedes cambiar el destino? Ese niño será la llave para mi poder, y no dudaré en arrebatártelo.

Antes de que pudiera reaccionar, Caius lanzó un ataque feroz, lanzando hacia ella un torbellino de energía oscura. Aeryn esquivó apenas, sintiendo el aire cortante rozar su mejilla.

—¡Lucien! —gritó con desesperación.

En un instante, la figura imponente de Lucien apareció junto a ella, sus ojos brillando con un fuego salvaje.

—¡Aléjate de ella, Caius! —rugió, su voz resonando con autoridad.

El combate comenzó. Lucien y Caius se lanzaron uno contra el otro, una batalla de fuerzas primordiales que estremecía la terraza. Aeryn observaba, sintiendo el miedo y el amor mezclarse en un torbellino dentro de su pecho.

Pero mientras la pelea se desataba, su mente comenzó a viajar, deslizándose hacia recuerdos que no le pertenecían, hacia un pasado que la llamaba.

La luz plateada de la luna se filtraba entre los árboles del bosque ancestral, creando figuras danzantes que parecían susurrar secretos milenarios. Aeryn, en esa escena que parecía un sueño, se encontraba en un vestido blanco sencillo, su cabello ondeando al viento, con ojos que brillaban con una mezcla de esperanza y miedo.

Frente a ella estaba un joven Lucien, más joven, más puro, sin las cicatrices que el tiempo y la guerra le habían dejado. Su mirada profunda la atravesaba con un amor tan intenso que parecía quemar el aire entre ellos.

—No importa lo que diga la manada, ni los vampiros —susurró ella—. Nuestro amor está por encima de todo.

Lucien tomó sus manos con firmeza, sus ojos brillando con determinación.

—Lo sé. Pero el mundo no nos permitirá estar juntos sin consecuencias.

La tensión entre ellos era palpable, pero había una luz en su abrazo, un refugio contra la tormenta que se avecinaba.

De repente, un sonido roto los sacudió. Pasos apresurados, una sombra que se movía entre los árboles. Caius apareció, su figura amenazante y sus ojos llenos de odio.

—No permitiré que destruyan lo que he construido —dijo con voz fría—. Este amor es una debilidad que debo borrar.

Lucien se interpuso entre Aeryn y Caius.

—Si quieres destruirnos, tendrás que pasar por mí.

La batalla comenzó, un choque de poderes y voluntades, que terminaría con una herida profunda en sus almas y en su historia.

El eco de la batalla en el bosque seguía resonando en la mente de Aeryn cuando se encontró de nuevo en la terraza del rascacielos, bajo la fría luz de la luna. Lucien la miraba con preocupación, sus ojos azules intensos llenos de preguntas no dichas.

—Aeryn —comenzó con voz suave—, tenemos que hablar sobre el niño.

Ella respiró hondo, tocando suavemente su vientre, donde sentía el latido tranquilo, pero poderoso, de una vida que había cambiado todo.

—No sé qué es lo que tiene, Lucien —respondió—. Pero puedo sentir que no es un bebé común.

Lucien dio un paso hacia ella, con cuidado, tratando de no asustarla.

—Nuestra sangre, y la de Caius, se mezcla en él —explicó—. Eso lo hace único, pero también vulnerable.

Un silencio pesado cayó entre ellos.

—Si Caius logra controlarlo, no solo perderemos al niño —continuó—, sino que puede desencadenar una guerra que destruirá todo lo que conocemos.

Aeryn sintió un escalofrío recorrer su espalda. La idea de perder lo que llevaba dentro, de que la oscuridad lo reclamara, la llenaba de un miedo profundo.

—¿Y qué podemos hacer? —preguntó con la voz temblorosa.

Lucien la tomó en sus brazos, rodeándola con protección.

—Protegeremos al niño, pase lo que pase. Pero también debemos prepararnos para lo que está por venir.

Mientras la luna seguía su camino en el cielo, la pareja sabía que sus vidas nunca serían las mismas. El destino del niño, la sombra de Caius y los ecos del pasado se entrelazaban en una red que parecía imposible de romper.

Mientras Aeryn y Lucien intentaban asimilar la magnitud de la amenaza, la puerta del despacho se abrió de golpe y Selene apareció, sus ojos oscuros brillando con urgencia.

—No tenemos mucho tiempo —dijo con voz firme—. No solo Caius está tras el niño.

Aeryn frunció el ceño, con la mente agitada.

—¿Quién más podría estar interesado?

Selene respiró hondo, como si cargar con ese secreto le pesara enormemente.

—Un cazador —explicó—. No es un enemigo común. Puede manipular el tiempo, moverse entre momentos pasados y futuros, y cazar a quienes cree que pueden alterar el destino.

Lucien dio un paso adelante, tenso.

—¿Un manipulador del tiempo? Eso cambia todo.

Selene asintió.

—Ya hay señales de que está cerca. Lo más preocupante es que sabe del poder del niño y está dispuesto a todo para capturarlo.

Aeryn apretó con fuerza el medallón que llevaba en el cuello, sintiendo la urgencia crecer dentro de ella.

—¿Cómo podemos detenerlo?

Selene la miró con gravedad.

—Primero, tenemos que proteger al niño y evitar que caiga en sus manos. Segundo, debemos descubrir qué motivaciones tiene realmente este cazador y cómo puede afectar la línea temporal.

Lucien la observó con determinación.

—No podemos permitir que el futuro que queremos se destruya por esta amenaza.

Aeryn se acercó a ambos, decidida.

—Entonces, no queda más opción que enfrentarlo, cueste lo que cueste.

El frío de la noche se volvió más intenso, como un presagio de la batalla que se avecinaba.

Y en las sombras, el cazador observaba, calculando cada movimiento, listo para cambiar el destino de todos.

La noticia de un cazador que manipulaba el tiempo sacudía todo lo que Aeryn creía saber. No solo estaba huyendo de un vampiro obsesionado con su hijo, sino que ahora el mismísimo flujo del tiempo estaba en peligro. Y con él, su amor. Su bebé. Su vida entera.

Lucien, de pie junto a Selene, hablaba de medidas de seguridad, de sellos mágicos, de barreras invisibles. Pero Aeryn apenas escuchaba. Algo dentro de ella se agitaba, como si un recuerdo luchara por salir a la superficie.

De pronto, su visión se tornó borrosa. El suelo pareció desvanecerse bajo sus pies y el medallón colgado a su pecho ardió.

En un instante, se encontró de nuevo en el pasado… pero no como antes. Esta vez no era una espectadora: era ella misma. Consciente. Dolorosamente lúcida.

Estaba en la sala del castillo, vestida con ropas oscuras, esperando a Lucien en la penumbra. Pero no fue él quien llegó primero.

Caius.

Joven, aún más cruel en su arrogancia.

—Te dije que él no era digno de ti —dijo con voz baja—. ¿Acaso no ves que su amor solo traerá guerra?

—¿Y el tuyo qué trae? —replicó Aeryn, con desprecio—. Mentiras. Sangre. Muerte.

Caius se acercó más, con una mezcla de deseo y rabia.

—Te ofrecí todo. Un imperio. Poder. Eternidad a mi lado.

Ella tembló, pero no retrocedió.

—Y te rechacé. Siempre lo haré.

Caius apretó los dientes… y luego sonrió con frialdad.

—Entonces no me dejas más opción.

Fue entonces cuando Lucien entró.

Y vio lo que no debía ver.

Caius, demasiado cerca de Aeryn. Ella, jadeando. El medallón en el suelo, como si hubiera sido arrancado.

Lucien no preguntó. No dudó. Sus ojos se llenaron de traición.

—No... —susurró ella—. ¡Es una trampa!

Pero era tarde.

El ataque fue instantáneo. Gritos. Magia. Y sangre.

Una traición nacida no del corazón, sino de una ilusión. Una mentira sembrada por el vampiro más astuto de todos.

Y así, su amor fue roto.


🌑 Presente

Aeryn despertó en la oficina de Selene, jadeando, con lágrimas en los ojos.

Lucien estaba a su lado, tomándole la mano.

—¿Qué viste? —preguntó él, con suavidad.

Ella lo miró a los ojos, con el corazón en la garganta.

—Vi la noche en que todo se rompió. Y ahora sé que nunca me traicionaste. Fuiste tú quien se sintió traicionado... por una mentira.

Lucien parpadeó, sorprendido. Su voz salió baja, quebrada.

—He cargado con ese recuerdo durante siglos. Pensando que te había perdido por mis propios ojos, por no confiar.

Aeryn apretó su mano con fuerza.

—No te culpo. Pero ahora sé la verdad. Y no dejaré que nos la arrebaten otra vez.

En ese momento, su bebé se movió dentro de ella, como si respondiera a sus palabras.

Selene, de pie en silencio, desvió la mirada. Sabía que vendrían tiempos oscuros. Pero también sabía que el amor que volvía a nacer en ese instante sería su mayor arma.

Afuera, el viento soplaba con violencia.

En las sombras, el cazador del tiempo caminaba entre líneas que nadie más podía ver. Y en sus labios, un nombre: Aeryn.

El juego apenas había comenzado.

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